Francisco Íñiguez Íñiguez

Formó una familia católica sin dejar de mirar por el telescopio y dirigiendo el Observatorio Astronómica Nacional durante la Edad de Plata

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Este riojano (1853 – 1922), astrónomo y catedrático e impulsor de la Edad de Plata de la ciencia española, estudió por libre la carrera de Ciencias Físico-Matemáticas en Madrid, cuando ejercía como profesor en el Colegio del Santo Ángel en la capital de España, obteniendo excelentes calificaciones y sacando más adelante el doctorado.

En 1887 presentó la memoria “Aplicación del Análisis Matemático a las demás ciencias”en el Ateneo de Madrid, acto en el que explicó la complementariedad ciencia y fe de una forma velada, refiriéndose a la complementariedad de filosofía-ciencia. En dicho acto dijo que «aunque cada una con jurisdicción propia y bien deslindada, la ciencia y la filosofía se compenetran en parte; no es posible á la ciencia, como creen algunos, prescindir de la filosofía; ésta tiene por objeto las primeras nociones de la razón humana, el pensamiento mismo y sus leyes, la esencia de las cosas, los principios supremos del conocimiento y de la existencia». Y explicó que «vemos, pues, que ni en sus comienzos, ni en sus desarrollos, es posible á la ciencia prescindir de las enseñanzas de la filosofía. A su vez la filosofía no puede separarse de la ciencia, no puede olvidar las afirmaciones de ésta sobre muchos puntos que se relacionan muy estrechamente, ya con la extensión del campo de la metafísica, al cual abre nuevos horizontes, ya con la solución misma de los problemas que ésta estudia, vedándole ciertos caminos, que seguramente la conducirían al absurdo, señalándole otros de resultado cierto más probable».

Además, «y por ser ferviente católico» —como indica sin ambages Stephan Pohl Valero— señaló como algo imprescindible el reconocer las consecuencias de planteamientos científicos relacionados con las preguntas metafísicas de la creación y el destino futuro de los seres. De dicha memoria se extrae el siguiente texto:

«Tal resultado nos conduce a afirmar que en nuestras acciones existe un principio distinto de los átomos, un principio que goza de espontaneidad y libertad. La existencia de este principio, del espíritu, da origen á una multitud de cuestiones de todos conocidas, que no he de enunciar ahora; sí he de haceros notar cómo surge aquí también una nueva conjunción entre la filosofía, á quien corresponde estudiar la naturaleza del espíritu, y la ciencia, á cuya jurisdicción pertenecen los fenómenos materiales donde el espíritu interviene. Podría extenderme más en este asunto, tratado con erudición suma por el reverendo Padre Carbonelle; pero bastan los ejemplos citados para dejar probada suficientemente la afirmación hecha antes, y para que se comprenda también la razón que guía hoy á los filósofos más notables, al buscar en los conocimientos científicos la base para sus teorías...La semana, período el más antiguo y sin duda el más universal, puesto que en todos los pueblos, desde la China hasta el Atlántico, era la misma, tuvo un origen á la vez astronómico y religioso»

Relata Roberto Calvo Torre en el Diccionario Biográfico Español que Francisco Íñiguez se casó el 3 de octubre de 1890 se casó con Pilar Almech Jordán. En el seno de este hogar ilustrado y católico nacieron sus tres hijos: Pilar (1892), José María (1897) y Francisco (1901). Francisco sería un eminente arquitecto y restaurador de monumentos. Abundando en el mismo sentido de vida católica intensa, comenta en: «Con este pensamiento y esta convicción educaría a sus hijos en las Ciencias y las Matemáticas y su hermano Santiago Íñiguez, capellán y administrador del Hospital de San José, les educaría en Letras y Humanidades»

Una trayectoria premiada

Por sus notables contribuciones en el avance de las ciencias astronómicas y sus estudios acerca de la climatología española, le condecoraron con la Gran Cruz de Isabel la Católica, y el Gobierno Francés le premió con las Palmas Académicas, falleciendo cerca de Cetina (Zaragoza) en el año 1922.

En 1884 sacó por concurso plaza de profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias de Madrid, sección Físico-Matemáticas, en 1886 la de ayudante de la Escala General Preparatoria de Ingenieros y Arquitectos (Escuela Politécnica), y en 1888 aprobó las oposiciones de catedrático numerario de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Madrid, con destino a la cátedra de Astronomía, pasando posteriormente a la cátedra de Astronomía del Sistema Planetario del curso de doctorado.

No es de extrañar que con esta formación le nombraran director del Observatorio Astronómico de Madrid en 1899, y tampoco que ocupara el cargo durante casi veinte años, esto es, durante la Edad de Plata, sin contacto alguno ni en formación ni en pensamiento con la Institución Libre de Enseñanza y antes que se fundase la JAE, lo que demuestra que también otros hacían ciencia en España. Además fue también director del Observatorio Meteorológico por estar dicha institución unida durante algún tiempo al Observatorio. Fue además insigne conferenciante, ameno publicista, o sea, divulgó la ciencia o, si e quiere, practicó la cultura científica, siendo miembro de diferentes corporaciones nacionales y extranjeras, llegando a ser autor de una interesante colección de ensayos e investigaciones acerca de los eclipses y las protuberancias.

Contribución al progreso de la ciencia

Hizo avanzar al Observatorio ya que con ocasión del eclipse mejoró el material existente, inauguró la observación regular de las protuberancias, el registro fotográfico de las manchas, la determinación de la radiación solar, y posteriormente adquirió para el centro que dirigía un espectro heliógrafo Grubb para el registro de la cromosfera por medio de fotografías monocromáticas. En 1907 se reanudó bajo su dirección la publicación del Anuario del Observatorio.

La colección de fotos que obtuvo son consideradas todavía a día de hoy de alta calidad, obteniendo también imágenes de espectros estelares que presentó en varios congresos de la Asociación Española para el progreso de las Ciencias. También fue muy relevante su estudio sintético del clima en España, para el cual se recopilaron los datos recogidos en unos treinta y cinco años de continua observación, datos utilizados en la actualidad para conocer la variación del clima. Fue colaborador de El Magisterio Español y de la Revista de Ciencias y Letras.

Católico ferviente, astrónomo, director de una institución emblemática de la Edad de Plata como el Observatorio Astronómico Nacional, fundador de una familia cristiana…

CONTRA FACTUM NON VALET ARGUMENTUM


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