La caja, la urna y la botella

Revista EcclesiaAsier Solana Bermejo

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Hay un momento de El Señor de los Anillos que siempre me gustó. Gollum caza un conejo para Frodo y Sam. Este último saca su caja de especias y cocina un guiso delicioso en medio de la nada idílica campiña de Mordor. Frodo, por su parte, no cabe del asombro de que su fiel amigo haya llevado todos esos meses la caja, atravesando las profundidades de Moria y las montañas hasta el Reino de Sauron. Pero cuando realmente le saltan todos los esquemas es en el momento en que Sam le explica los platos que piensa cocinar de vuelta a La Comarca.

Entonces, Frodo se da cuenta de que su amigo siempre había esperado que ambos salieran vivos de la aventura, mientras que él ya se daba por muerto antes de tiempo. El portador del Anillo recobra la esperanza y se pone en camino con ánimo (y estómago) renovados.

No es necesario irse a la ficción. Hace diez años conocí un grupo de marineros que se quedó fondeado a las afueras del puerto de Ceuta después de que el propietario del barco les abandonara. Pasaron más de dos meses en el mar, con la costa a la vista pero sin poder abandonar su barco, el Katrine Krog, un carguero nórdico milagrosamente rescatado del desguace.

Uno de ellos era Omar, ciudadano estadounidense nacido en Venezuela. Él también llevaba algo en la mochila a través de sus viajes nada fáciles: la urna con las cenizas de su madre, esperando que el mar le permitiera volver a su país natal para poder dejarla descansar ahí. Llegó el día, tras muchas peleas, en el que Omar y sus compañeros pudieron salir del barco y volver a casa. Meses después, él mismo me envió un vídeo desde Venezuela, dejando ahí las cenizas de su madre.

Lo de estas semanas también acabará algún día. Personalmente, he seguido el ejemplo de Sam y de Omar. Como en El Señor de los Anillos y en el Katrine Krog, lo que tengo preparado tiene que ver con algo que me recuerda al hogar. El día que todo termine, me beberé una copa (solo una, que la salud es importante), de ese patxaran casero tan rico que hacen mis padres y que tengo aquí en Madrid.

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