Igual tenemos que repensar el aprobado

Revista EcclesiaAsier Solana Bermejo

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Igual tenemos que redefinir cuál es el baremo del aprobado. Esta idea me surge como reacción a las críticas de que, para mantener a una beca universitaria, a partir del próximo curso será necesario un cinco, y no un 6,5 como antes. Es decir, antes, si un joven quería seguir estudiando y aprobaba justo, dependía de los ingresos de sus padres.

Es cierto que, posiblemente, en algunos grados sacar un aprobado no requiera mucho esfuerzo y, en ese sentido, entiendo las críticas porque todos sabemos que nadie regala nada en esta vida (aunque al final del día nos regalen muchísimas cosas y sean las mejores). En ese caso, el problema está en dónde situamos ese baremo de ser considerado apto y no en dónde ponemos la medida de una beca que da derecho a seguir estudiando. Al mismo tiempo, en algunos grados habrá que reflexionar si algo falla cuando solo un 10% de matriculados aprueban. Seguro que muchos ingenieros me siguen. Al fin y al cabo, quien ha aprobado todo el grado con cincos se considera suficientemente apto para diseñar un edificio si es un arquitecto o prescribir un tratamiento si es médico. Asegurémonos de que sea así.

Debe existir, es cierto, un premio al mérito que viene del trabajo duro. No creo que eso lo ponga nadie en duda. Pero creo que, desde una profunda convicción cristiana en la que la educación es aquello que saca lo mejor de las personas, aquellas que tienen más difícil acceder a ella no deben ser dejadas atrás. En esa línea se sitúa el nacimiento, por ejemplo, de varias congregaciones religiosas.

Algunos que los estudiantes deberían trabajar a tiempo parcial, como mayoritariamente hacen en otros países, porque eso educa. Hay quien dice que, en realidad, un estudiante tiene que dedicar su tiempo a los libros y a perfeccionar sus conocimientos. No sé cuál es la fórmula más adecuada, ni siquiera sé si hay una manera de hacerlo que esté bien para todos. Más bien, de hecho, me inclino a lo contrario, a que muchos factores pueden provocar que para unos sea mejor una cosa, y para otros, la otra. Así, a bote pronto, se me ocurren muchas circunstancias que hagan imposible para un joven estudiante trabajar: cuidado de otras personas de su familia, estudios tremendamente exigentes…

Creo que en este mundo que nos viene, donde el trabajo va a escasear cada vez más, no solo por el coronavirus, la educación debe ser lo más universal posible para aquellos que lleguen al aprobado. Y, repito. Igual tenemos que redefinir eso del aprobado en algunos sitios.

Tampoco estaría de más, ya que nos ponemos a pensar en la universidad y viendo qué disciplinas han tenido más relevancia, dar valor a carreras más allá de ciencias e ingenierías y primar la vocación sobre las perspectivas de enriquecimiento personal. En ese caso sí que mejoraríamos la educación.

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