El álbum de nuestro bautismo

Comentario de Fernando Cordero al Evangelio de la Fiesta del Bautismo del Señor

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Con la fiesta del Bautismo del Señor, con la que concluye el tiempo litúrgico de la Navidad, el recordado papa Benedicto XVI explicaba su profundo significado: “El Señor no se cansa de repetirnos: ‘Sí, estoy aquí. Os conozco. Os amo. Hay un camino que viene de mí a vosotros. Y hay un camino que desde vosotros sube hasta mí’”.

Mt 3,13-17

En la Fiesta del Bautismo del Señor, con la que cerramos el tiempo de Navidad, renovamos nuestro propio bautismo. Quizá no nos acordemos de la fecha en la que fuimos bautizados, pero sería bueno conocerla y celebrarla. Incluso podríamos sacar el álbum de fotos donde lo que más ha de subrayarse es que “somos hijos amados de Dios”, como bien subraya Patxi Velasco Fano en su dibujo de esta semana.

El papa Francisco ha hablado de la importancia del día de nuestro bautismo. Ha indicado: “Aunque muchos no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este sacramento, estamos llamados a vivir cada día aspirando a la vocación que en él recibimos”.

En la escena evangélica del bautismo escuchamos: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. También nosotros recibimos esa palabra del Padre en nuestro bautismo. Una palabra de amor, de predilección, de ser especiales no por nada en específico, de ser especiales por ser y por ser en sus manos. Y esto, lógicamente, da una solidez enorme a la vida, por muchas dificultades que venga. Sentirnos queridos por Dios es lo más fuerte que nos puede pasar, porque ya sabemos que el Amor de Dios se comunica con los hermanos. Es fuente siempre de Amor.

Bonita manera de cerrar el tiempo litúrgico de la Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor, en la que renovamos nuestras promesas bautismales, para retomar el compromiso de nuestra vida cristiana. “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. En el bautismo oímos la voz de Dios. En nuestro bautismo, nosotros mismos hemos recibido el mismo mensaje que el Hijo. Dios nos ama porque así lo quiere Él. No por lo que hagamos sino simplemente por el hecho de existir, de ser como somos. Todos necesitamos esas palabras de bienvenida, aceptación, de amor. Esto nos permite vivir la vida con seguridad, con esperanza, con ternura y compromiso. Recibir de Dios ese amor tan sublime ha de movernos a la acogida y a la aceptación de los demás, nunca de su rechazo.

Ojalá que, en la eucaristía del bautismo del Señor, los sacerdotes hagan aspersión abundante con el agua, que nos recuerda la gracia de este sacramento.

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