Jesús da luz a los ojos de un ciego de nacimiento

Una nueva reflexión

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En este 4º Domingo de Cuaresma, caminando hacia la Pascua, vemos que nos faltan muchas cosas necesarias. El domingo pasado veíamos cómo Jesús nos daba agua, colmaba nuestra sed. Hoy necesitamos la luz. Él es la luz que nos ilumina y Él nos ofrece y se nos ofrece como luz. Lo vamos a ver en el texto maravilloso de este milagro tan explicativo y tan narrativo que nos ofrece el Evangelio de san Juan, capítulo 9, versículo 1 al 41.

El evangelista san Juan nos narra hoy un milagro precioso. Ocurre en sábado: Jesús pasa ante un ciego de nacimiento que pide limosna en el Templo, le mira con compasión; los discípulos se extrañan y le preguntan: “Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?”. Estaban influenciados por esa creencia [de] que cualquier enfermedad era un castigo, era un pecado. Pero Jesús no habla. Hace polvo con su saliva, un poco de barro, se lo unta a los ojos de este ciego y le dice: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé”.


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Jesús da luz a los ojos de un ciego de nacimiento



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