Los malos políticos y el profeta Baruc

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¿Hay algo más que hacer por los políticos malos que ponerles a parir? Interesante pregunta. Sean los nacionales sean los internacionales, el nivel de despotrique contra los políticos no para de crecer en mis alrededores. La cosa es que como parte de mis alrededores son la Iglesia Católica y aledaños, pues me veo en más ocasiones de las que me gustaría al lado de alguien que compartiendo conmigo la fe no para de hablar de lo malos que son quienes nos gobiernan, o de lo malo malísimos que son los del Foro Davos, el Club Bildelberg, el Club de Roma o Naciones Unidas. No seré yo quien diga que son buenos, pero sabemos por la Revelación que en justicia y en verdad el único que puede recibir el calificativo de bueno es Dios. ‘El que libre esté de pecado que tire la primera piedra’ puede ser una primera ayuda para comprender lo que digo.

Se me ocurren muchas maneras de relacionarme con los malos gobernantes, aquellos que promueven cosas contrarias a la Ley de Dios, a la Verdad Revelada. La Iglesia Católica incluye tanto en su oración diaria como en las preces de la Eucaristía la oración por los que nos gobiernan. Además el Misal recomienda que cuando estas oraciones se lleven a cabo durante la liturgia, se emplee un lenguaje moderado, implorando de Dios que ayude a los gobernantes a gobernar con justicia y rectitud. A mí me gusta añadir cuando pido por ellos, que les ayude no obstante sus errores, que yo también me equivoco y Él no deja de ayudarme, que sí, que dificulte el avance de leyes inicuas contrarias a su voluntad, pero que no deje por ello de darles acierto en las decisiones que deben tomar, y así todos los días. Rezar por tener unos gobernantes lo menos alejados de nuestra fe es algo más que recomendable, pero ¿qué hacer una vez que ganan los malos, los que no nos quieren ni ver, los que persiguen el Evangelio y a los que creemos en Él? Me ha ayudado encontrar en las Sagradas Escrituras un pasaje esclarecedor en este sentido. Es del libro del profeta Baruc, que ejerce su ministerio, esto es, predica, después de que el salvaje de Nabucodonosor arrasa Israel, el Templo, produce unas carnicerías que haría buenos a muchos de los que creemos que ahora son malos, y lleva al exilio a los supervivientes, profeta incluído. Se trata de uno de los privilegiados profetas parte de cuya predicación se proclama en la Vigilia Pascual todos los años. El pasaje del capítulo 1 de su libro es el siguiente:

11.Rogad por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la vida de su hijo Baltasar, para que sean sus días como los días del cielo sobre la tierra.

12.El Señor nos dará fuerzas e iluminará nuestros ojos para vivir a la sombra de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a la sombra de su hijo Baltasar; les serviremos largos días y hallaremos gracia a sus ojos.

Pero aquí no acaba la cosa, porque Baruc invita a sus compatriotas a rezar diciendo lo siguiente:

15.Diréis: Al Señor Dios nuestro la justicia, a nosotros, en cambio, la confusión del rostro, como sucede en este día; a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén,

16.a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas y a nuestros padres.

17.Porque hemos pecado ante el Señor,

18.le hemos desobedecido y no hemos escuchado la voz del Señor Dios nuestro siguiendo las órdenes que el Señor nos había puesto delante.

Bueno, no estaría mal que, además de tener una idea cabal sobre quienes creen dirigir nuestros destinos, hubiese entre nosotros algo más de profeta Baruc y menos de despotrique sistemático, de juzgar y de condenar, así como algo menos de ver la paja sólo en el ojo ajeno y algo más de ver la viga en el nuestro porque, vamos, al menos por el que esto suscribe, no creo que estemos sólo para tirar primeras piedras. Oremos…

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