La colas de la fe

Revista EcclesiaAuxi Rueda

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"Maravilloso". Creo que ha sido uno de los últimos whatsapp que he intercambiado esta mañana con mi homólogo de Sevilla. Y es que, desde que abrí el ojo y, café en mano, empecé a trastear por Twitter a ver qué se cocía este lunes, no he parado de maravillarme ante las imágenes que he podido ver de la capital andaluza. Y de Zaragoza después. Y de tantos otros lugares.

Hoy, 11 de mayo, media España (literal) empieza a salir del letargo para entrar en una nueva fase (literal, de nuevo). Aquí en Castilla no hemos pasado la nota de corte, lógico, así que vemos con asombro y una ‘miajita’ de envidia sana lo que pasa en otras provincias. ¿Y qué han hecho muchas personas un lunes por la mañana, nada más abrirse esa pequeña veda de libertad? Acudir a la iglesia. No han ido a darse mechas, a comprar ropa, al notario o al banco. No. Han guardado una cola con distancia prudencial, aún con las puertas cerradas del templo, para poder entrar a rezar junto a la imagen del Gran Poder, la Macarena, la Esperanza de Triana, o la Virgen del Pilar. Con todas las medidas de seguridad necesarias, mascarilla incluida. Pero ese ha sido su primer deseo.

Confieso que me he emocionado al ver esas imágenes. Porque, en nuestras vidas ‘pre-COVID’, llenas de prisas y agobios, parecía como si nuestra fe estuviera aletargada, dormida, relegada en muchas ocasiones a un segundo plano. Y es bonito comprobar cómo ese poso seguía ahí, y ahora ha despertado con una fuerza arrolladora. La gente tiene sed, y acude a la fuente a beber.

Y ver esas colas, con tanto silencio, con tanto respeto, producen una sensación indescriptible. Una Iglesia viva, con unos fieles que buscan esa cercanía. Y, cuando la notan, se sienten saciados. "Mira, aquí no hay debate por más que alguno lo pase mal: hay un fondo religioso en el pueblo. Colas delante de las iglesias, 1.500.000 visualizaciones de la Misa en Internet durante la Semana Santa en Sevilla, Cáritas recauda en unos días 500.000 euros de más respecto al mismo período anterior, etc. El que no quiera verlo…", me dice mi amigo Pablo en esa conversación de lunes por whastapp.

El que no quiera verlo, quizá es ciego, o los prejuicios le impiden tener una visión de conjunto. Pero es innegable el peso de la fe católica en España. Lo ha sido siempre, construyendo nuestra Historia común, pedacito a pedacito. Y, aunque no quisiéramos darnos cuenta, aunque lo sepultara una ola de materialismo e inconformismo social, siempre ha estado ahí. Y ahora, cuando el miedo y la dificultad nos atenazan, sabemos a ciencia cierta dónde buscar la compañía, el desahogo, la ayuda. La gente ha buscado el consuelo de la Iglesia, y ésta ha respondido. Una mano que siempre estará tendida.

Hoy las nubes cubren de gris la ventana por donde me asomo al mundo desde el 13 de marzo. Pero para mí es un lunes de lo más luminoso.

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