La audacia de Santiago y Juan y la invitación que nos hace Jesús, protagonistas en el Evangelio del domingo

El periodista y sacerdote Josetxo Vera nos da las claves del Evangelio de este domingo, 17 de octubre

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Otra vez tenemos un paseo bucólico del Señor con los apóstoles en su vida diaria que sería tan apasionante de conocer bien, darnos cuenta de cómo era la relación personal del Señor con ellos. En este Evangelio que vamos a escuchar este domingo hay tres cosas que pueden ayudar nuestra vida cristiana: la audacia de Santiago y Juan, del enfado de los otros diez y de lo que el Señor dice que tenemos que vivir.

Lo primero es la audacia de Santiago y Juan, dos hermanos al lado del Señor que se encuentran con él y le preguntan si pueden sentarse, uno a la izquierda y el otro a la derecha, en la vida eterna. Quieren ser gente de los que mandan, de los que brillan a su lado. Me parece una audacia brutal y bastante elogiable. Así hay que hablarle al Señor, ser gente de altura que le pide estar a su lado en el cielo. Gente que tiene una mirada larga.

A veces en nuestra oración con el Señor tenemos una mirada corta: pedimos por el examen de mañana, por un trabajo que dure mucho tiempo...y estos dos le piden al Señor estar a su lado en el cielo. Lo primero entonces valorar y ponderar la audacia de estos dos apóstoles. Nosotros tenemos que ser gente que mira largo, está preocupada en el día a día, pero que su horizonte, en la conversación con el Señor, tengamos esta confianza de Santiago y de Juan para pedir el cielo.

El segundo punto es el enfado de los otros discípulos. Se enfadan con Santiago y Juan porque le han pedido al Señor el Cielo. ¿Por qué no rezan ellos y piden lo mismo? Esa envidia de la audacia de los otros que es un poco el pecado de los apóstoles que se ve hoy. Si nosotros nos enfadamos por la audacia de los primeros, tenemos que imitarles. El enfado de los apóstoles puede ser también nuestro enfado. Ser grandes también nosotros en nuestras peticiones al Señor.

La cosa más importante es la tercera. A Santiago y Juan le pregunta el Señor si pueden “beber en el mismo cáliz que yo he de beber”. Y estos dos le responden que sí pero es mentira. Cuando vieron la Cruz del Señor se fueron todos. Es verdad que luego el don del Espíritu Santo les permitió poder entregar su vida al servicio del Señor.

Pero hay una palabra final del Señor que nos puede ayudar a nosotros: “El que quiera ser el primero de todos, que sea el último de todos”. Si miramos a cualquier institución, empresa, universidad, los puestos primeros siempre hay muchísimo atasco. En cambio, los últimos puestos siempre hay muchísimo sitio. Donde más cómodo se vive es en los últimos puestos, en los que están sirviendo, en los que están ayudando...en cualquier estructural piramidal arriba siempre se junta mucha gente.

El Señor nos invita a ser de los últimos. Si queremos ser los primeros en el Cielo, entonces hay que ser el último de todos y el servidor de todos. Esto es muy fácil de decir, muy difícil de vivir. Lo podemos intentar a lo largo de esta semana.


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