La persona y el Dios que hay detrás del "hijo del carpintero"

Cuando Jesús se dice Mesías, sus vecinos no le creen. Pero eso es porque no lo están mirando como quién es

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El Evangelio de hoy nos coloca ante un Jesús que se presenta como quien es ante los suyos, y ante nosotros, claro. Es Dios hecho Hombre. Sin embargo, para sus vecinos sólo es "el hijo de José". No saben ver más allá. Saben que ha hecho milagros y enseñado con autoridad en otros pueblos. Pero, al no verlo con sus propios ojos, al necesitar tantas pruebas de que su vecino es el Hijo de Dios, Jesús los retrata. Les hace ver lo que piensan, su dureza de corazón, y eso los enfurece.

En parte, podemos comprender a aquellas gentes. Apenas poseían alguna formación, más allá de su profesión y su vecino se dice el Mesías. No es fácil de creer. De hecho, es que Jesús es el primer hombre de toda la historia que dice de sí mismo que es Dios. Hay veces en que podemos ser parecidos a aquellos hombres de tiempos de Jesús. Ser duros de corazón para otros. 

Es por eso por lo que Jesús vino a revolucionar al mundo desde el amor. A derribar las durezas de nuestros corazones, para poder reinar Él en nosotros y nosotros reflejar su amor a los demás. Lo que pasa es que, cuando a uno lo ponen frente a sus debilidades, es complicado reaccionar con humildad. En el caso de Jesús querían matarlo...y antes de tiempo. 

Este Jesús revolucionario era, para ese tiempo, y es, para nosotros, un profeta poco habitual. Los judíos estaban acostumbrados a Isaías, Elías o Eliseo, a una figura de un profeta que envía mensajes que suenan como amenazas o que seguro que acaban en desgracia. Pero, surge entre ellos un profeta, de su vecindario, que lanza un mensaje sencillo y, a priori, nada parecido a lo que estaban acostumbrados. Eso sí, para lo bueno y para lo malo. Para lo bueno, es más tranquilizador y, para lo malo, un hombre que se decía Dios no estaba muy bien visto. 

¿Y esto qué tiene que ver con nosotros? Esa experiencia que ha tenido Jesús es la que Él sabe que podemos encontrarnos al intentar dar testimonio de Él. Nos lo dice varias veces en el Evangelio. La dureza que él se encontró la podemos encontrar también nosotros. Sin embargo, como Él, no hay que desistir. ¿Por qué? Porque el motivo de todo, Jesús, es el amor, como te dice San Pablo en la segunda lectura. No hay dureza que se le resista. 

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