Estar alerta y con esperanza para cuando el cielo se caiga

El Evangelio del domingo nos pone frente a la segunda venida de Jesús. ¿Angustia? No. Alerta y esperanza. Después de todo, queremos ver a Jesús.

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Podríamos decir que el Evangelio de este domingo es difícil verlo con alegría, digamos. Más acostumbrados a ver a Jesús enseñando, haciendo milagros o relatando parábolas. Sin embargo hay que mirarlo dos veces, y hacerlo despacio. Lo primero es ser conscientes de en qué momento del año estamos. Atravesamos el final de nuestro año litúrgico. Eso significa que las Escrituras van a ponernos ante los anuncios del final de los tiempos, de la segunda venida de Jesús en la que creemos los cristianos.

Es cierto que el cuadro que pinta Jesús con las palabras puede no ser el más agradable. Cielos que se caen y olas que truenan. Cualquiera quisiera ponerse en primera fila con ese panorama. Pues resulta que sí. Porque el anuncio que hace Jesús no es para que el miedo nos invada. De hecho, lo primero que nos dice es que habrá “signos”, es decir, que podremos “ver”, ser por fin testigos con todas las de la ley. Lo veremos a Él. ¿No es eso lo que anhelamos en lo profundo de nuestro corazón? Verlo, que nos vea.

Cuando eso ocurra, alzaremos la cabeza. Claro. Eso sí que es para no perdérselo. Pero, ¿y hasta que venga? ¿qué hacemos? Pues seguir lo que dice el Evangelio: estar alerta. Es decir, vivir preparando ese momento, sin tener a nadie ni a nada por encima que a Jesús. Porque, que nadie se engañe, nada en esta vida es para siempre. Salvo, únicamente, Áquel en quien esperamos. No se trata de angustiarse, si no de tomar el anuncio con esperanza y con deseo de estar alerta. Por amor. Como quien espera a su pareja mucho tiempo. Eso sí, nos llama a rezar para que nos evitemos la parte "más dura" y podamos alzarnos y devolver la mirada a quien nos miró, y nos amó, primero.

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