La tranquilidad de no ir a ninguna parte sin que Jesús nos envíe

Nosotros no vamos a ninguna parte a dar testimonio - a nuestro trabajo, a un territorio de misión, a la parroquia, a donde sea - sino que somos enviados

Tiempo de lectura: 2’

¿Existe algo así como un "manual para el predicador amateur"'? La respuesta, considero, que es que no. Hay un matiz muy interesante en el Evangelio del domingo. Quizás sea más fácil fijarse en cómo Jesús especifica a los discípulos qué es lo que tienen que hacer cuando vayan a anunciar el Reino de Dios. Sin embargo, enriquece mucho detenerse al leer, y pensar que nosotros no vamos a ninguna parte a dar testimonio - a nuestro trabajo, a un territorio de misión, a la parroquia, a donde sea - sino que somos enviados

Una de las constantes del Evangelio es el recordatorio que Jesús hace de que nada se puede sin Dios. ¡Y Dios ha venido a renovar y redimirlo todo! Por supuesto, a cada uno de nosotros incluido. Así, renovados y redimidos por Él, somos enviados. ¿Por qué nos envía? ¿Cuál es el objetivo? Repetirle al mundo entero una de sus frases en la Cruz, que resume su mensaje: "Tengo sed"

¿Dios tiene sed? Sí. Mucha. Tiene sed de ti, de mí, de cada persona a la que ha creado. Más concretamente, tiene sed de que tengamos sed de Él, de que le busquemos. Ese es el anuncio del Reino de Dios, que con Él, volviendo a Él, esa sed se va a saciar. 

Así, creo que se entiende mejor el amor que impulsa a los misioneros, a los sacerdotes, a las religiosas y religiosos, a los místicos y a cada uno de nosotros a seguirle. Somos amados. Con esa fuerza, esa certeza, somos enviados. Si existe tal motor de amor entre Dios y cada uno de nosotros, y un deseo tan grande de que le reconozcamos, lo contrario - el Mal - va a estar presente también. El envío es también contra quien nos quiere de todo menos bien. 

"Como corderos en medio de lobos"Así nos manda Jesús, mansos y dispuestos a dar la vida sin rechistar,  pero no desprotegidos: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Además, contamos con el Espíritu Santo, la Virgen María, el Rosario, la oración y los Sacramentos. No vamos desarmados. Jesús es consciente de que la lucha, en la que cuenta con nosotros, es por nuestro propio corazón, porque se estire, se abra y reconozca el plan que Dios tiene para ese corazón. 

Por eso, recuerda a los discípulos que su mayor felicidad no ha de ser el sometimiento de los demonios. El premio es que sus nombres están escritos en el Cielo, en el Corazón de Jesús. Da tranquilidad, desde luego, saber que no vamos con nuestras fuerzas, sino que somos enviados con las de Dios. 

Religión