Bioética y cuidados paliativos

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Mejor que haya sido un médico con profundo sentido de la ética profesional y no un moralista o teólogo académico, Jacinto Bátiz, el autor del libro Bioética y cuidados paliativos (Editorial San Pablo—Universidad Pontificia Comillas). El autor, fundador y director de una Unidad de Cuidados Paliativos en Santurce, escribe desde la teoría y la ciencia médica, pero, sobre todo, desde la experiencia directa y concreta con enfermos, sus familiares y cuidadores.

El enfermo sufre física, emocional, social y espiritualmente; la familia, al ver la situación de un ser querido, y los profesionales sanitarios, por tener que luchar contra la muerte en situaciones difíciles. Se trata de ayudar a las personas en el proceso de morir como acto humano que es, cuidando su salud, aliviando sus varios sufrimientos —el dolor total— y evitando que caiga en las garras y arbitrariedades de intereses particulares, científicos o económicos, como ya está empezando a ocurrir.

Como queda patente a lo largo de estas páginas, el autor es un humanista convencido que no encuentra sentido a la eutanasia (no confundir con la sedación paliativa), porque la muerte es una etapa de la vida donde el enfermo —siempre hay algo que hacer por él— es el protagonista y la familia coprotagonista. El autor proclama que son estos enfermos los que enseñan a valorar la vida y distinguir lo superficial de lo profundo. De ahí que entienda que la medicina paliativa sea una necesidad y también un derecho. Da que pensar que, teniendo España uno de los mejores sistemas sanitarios, esté a la cola de Europa en atención médica al final de la vida.

La obra, escrita con gran claridad y tono divulgativo, permite comprender y asimilar los aspectos éticos a los lectores afectados por los cuidados paliativos. Expone qué son y cómo se deben ofrecer a quienes los necesitan, desde la perspectiva de la bioética, dado que tienen que ver con la vida, la muerte, el sufrimiento, la fragilidad y la vulnerabilidad de las personas. Ni prolongar innecesariamente la vida con obstinación terapéutica, ni acortarla deliberadamente, ni abandonar el tratamiento, sino prestar la adecuada atención médica de calidad científica y humana. Merecen consideración ética las atenciones —no desproporcionadas, pero sí necesarias— a los enfermos en coma y a los que padecen demencias avanzadas; se trata de morir con dignidad. Por eso, es muy importante averiguar qué hay detrás de la petición por parte del enfermo de la eutanasia, de acabar directamente con su vida. Seguramente necesita la compañía de sus seres queridos y la disponibilidad de los profesionales sanitarios. Una receta en la que insiste el doctor Bátiz es que hay que cuidar a los enfermos como nos gustaría ser cuidados si estuviéramos en su misma situación.


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