Santoral

El Santo de hoy: Beato Manuel Domingo y Sol, fundador de los Operarios Diocesanos

La Carta a los Hebreos que leemos en estas primeras semanas del Tiempo Ordinario, recuerda a Cristo Sacerdote Eterno según el rito de Melquisedec. Y como resalta el Profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento “os daré pastores según mi corazón”. Así recogió el testigo con un corazón sacerdotal el Beato Manuel Domingo y Sol que celebramos en este IV Domingo del Tiempo Ordinario. Nacido en Tortosa (Tarragona) en 1836, en plena adolescencia, ingresa en el Seminario de esta Diócesis, ordenándose sacerdote a la edad de 24 años.

En su primer tramo desempeñó diversas tareas, siendo párroco, capellán de religiosas y levantando diversos Conventos. Para dar impulso a la pastoral juvenil fundó la revista El Congregante. Un día descubrió por la calle un smeinarista que, para pagarse los estudios tenía que pedir limosna, junto aotros seminaristas también muy pobres. El motivo de esto era que la Revolución de 1868, que destronó a Isabel II, destrozó el Seminario. Impresionado por ello, Mosén Manuel da los pasos para acoplar la Casa San José para ellos.

En el interior sentía la llamada de forjar lo que sería un nuevo carisma en la Iglesia como fueron “los operarios diocesanos” también llamados Josefinos. Todo esto le lleva afirmar que esos jóvenes aspirantes al sacerdocio eran “la perla” de la Parábola que el Señor cuenta en el Evangelio. Por eso también siente un corazón más sensible a las vocaciones sacerdotales y su perseverancia hasta el final. Su base en la espiritualidad es tener a Jesús Sacramentado como el Eje.

Por eso llegó a afirmar que “sería una pena que en el Cielo viesemos cómo le hemos tenido entre nosotros a Cristo Eucaristíoa y no le dimos el culto debido”. Fundador de los Templos de la Reparación a la Eucaristía, también levantó el Pontificio Colegio Español en Roma por el que han pasado multitud de sacerdotes para formarse y cursar estudiso en la Ciudad Eterna. El Beato Manuel Domingo y Sol murió en 1909. San Pablo VI le declaró “Apóstol de las Vocaciones”, siendo beatificado por San Juan Pablo II.


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