SANTORAL 7 JUNIO

El cordobés que dio la vida por dar testimonio de la única fe

San Isaac predicó contra la desviación de la Fe y eso le costó morir ahorcado. Junto a él, murieron por la fe otros compañeros frailes y un esclavo 

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El impulso del Espíritu hace que el hombre sea valiente y fiel discípulo por el Reino de los Cielos. Ese Espíritu que lo invade todo, que lo penetra todo y que lo trasciende todo es el que impulsa a ser testigos y dar la vida si es preciso. Hoy celebramos precisamente a San Isaac, uno de los testigos del Señor con su propia sangre. 

Originario de Tábanos, en la zona de Córdoba, este joven sacerdote se dedicó durante mucho tiempo al cuidado administrativo de los bienes de Abderramán. De familia cordobesa ilustre, hábil negociante y buen conocedor del árabe, pronto marchará de palacio, al comprobar las insolencias de su amo en el trato. Una vez bajo el mecenazgo de San Eulogio, siente indignación por la persecución de los musulmanes a los cristianos. Sintiendo la necesidad de desenmascarar la mentira y dejar clara la verdad, logra burlar al juez, bajo el pretexto de convertirse al Islam. 

Después de proclamar que la Fe en Jesucristo, Dios hecho Hombre, el Único que nos puede salvar, es la verdadera, es juzgado. Al punto fue llevado ante el tribunal, siendo condenado a morir ahorcado, y dos días más tarde, tras ser incinerado, arrojaron sus cenizas al río Guadalquivir. A él se le unieron un esclavo del sultán y otros varios monjes que, sin ningún tipo de complejo, se reafirmaron en su Fe, a semejanza de Isaac, por lo que también sufrieron el martirio, muriendo decapitados.

Algunos de ellos que, anteriormente, habían poseído grandes riquezas, dejaron todo para vivir en la más absoluta pobreza, hasta que dieron la vida por el Reino de los Cielos. De esa forma eran fieles a la palabra de Dios que invita a no guardar tesoros en lugares donde la polilla y la carcoma los eliminan.

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