SANTO 27 NOVIEMBRE

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa: el amor de Dios a través de su Madre

Hoy recordamos la Medalla Milagrosa, devoción que le comunicó la Virgen a Santa Catalina Labouré.

Jesús Luis Sacristán García

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El mes en que nos encontramos se caracteriza sobre todo por la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Pero a lo largo de los diferentes meses del año, muchas Advocaciones marianas llenan el calendario cristiano. Y muchas de ellas muy significativas. Por eso terminamos noviembre con una nueva celebración de la Virgen: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. 

Dios quiso que su Madre la Llena de Gracia y la que tanta relevancia tiene en el Tiempo de preparación para la Navidad, entrase una vez en la historia de la humanidad para proponer una nueva devoción salvadora, como así caló en el corazón del Pueblo de Dios. Era el sábado 27 de noviembre de 1830, víspera del Primer Domingo de Adviento de aquel año, cuando la Reina del Cielo se aparece en París a Santa Catalina Labouré, religiosa perteneciente a las Hijas de la Caridad. 

Según cuenta el Padre Aladel, confesor de la vidente, la Virgen estaba en una especie de globo terráqueo con un manto blanco y azul. De sus manos salían unos rayos de luz, y encima de ella se podía leer unas palabras escritas en oro: “¡Oh María sin pecado concebida! Ruega por nosotros que recurrimos a Vos!, Jaculatoria que ha repetido desde entonces, incesantemente, el Pueblo de Dios.

También oyó una voz que pedía acuñar esa misma aparición en forma de medalla para que cuantos la llevasen, obtuviesen gracias especiales. También pudo advertir al mirar hacia el retablo de la Capilla, la letra M, una cruz y los corazones de Jesús y María. Esta aparición se repitió varias veces, dejando patente el encargo de la Madre de Dios, en bien de los hombres.

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