SANTORAL 29 AGOSTO

San Juan Bautista: El precursor del Mesías que fue decapitado por su honestidad a Dios

San Juan Bautista recriminó a Herodes su conducta y fue encarcelado.

Jesús Luis Sacristán García

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Todo hombre tiene un inicio, un momento de plenitud y un ocaso. De la misma forma que todo tiempo. A los mismos Santos les ocurre lo mismo aunque con la diferencia de que enraizados en Cristo es para crecer de cara al Premio Eterno Prometido. Eso le pasó a San Juan Bautista del que hace poco más de dos meses honrábamos en su Natividad. Hoy recordamos su martirio por causa de la fidelidad al Señor. Precisamente ya había prevenido que él debía menguar y Aquel a quien precedía debía crecer.

Y la ocasión llegó con un hecho concreto: los desposorios de Herodes con Herodías. Todo había sido muy particular. Herodes le había usurpado a su hermano Filipo a Herodías, que era su esposa legítima. Entonces Juan el Bautista interviene para decirle a Herodes que su gesto no es lícito. El monarca enfurecido encierra a Juan en la cárcel. Pero hay una diatriba entre los nuevos esposos. Herodías quiere eliminar a Juan del medio, pero no es fácil.

Herodes es medio supersticioso e inseguro y tiene miedo del precursor. A veces hasta le seguía en sus pareceres para sacar adelante el reino humano que le había sido concedido. Y llega la prueba donde se pondrán de manifiesto los corazones. El monarca celebra su cumpleaños y da un banquete donde asiste los oficiales, magnates y sumos sacerdotes. El evento se celebra con una alegría que entremezcla miedo porque no ceja en el empeño de cómo eliminar al hijo de Zacarías e Isabel Herodías, mientras el monarca quiere celebrar sin contratiempos la fiesta.

Pero he ahí la ocurrencia de que Salomé, hija de Herodías y sobrina del rey baila, causando gusto y estupor a todos, especialmente al rey que en un gesto de necedad y materialismo le jura concederle aquello que quiera pensando en que pediría algo de valor. Ella se siente en la necesidad de que le aconseje su madre quien no duda en pedirle en una bandeja la cabeza del Bautista. Herodes se niega asustado, pero por el juramento y los convidados no quiere desairarla y ordena que le desapiten en prisión como así se hará. Los discípulos recogen su cuerpo para sepultarle.

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