Santoral

San Pelayo, fortaleza hasta el martirio

Pedro, Pablo y Silas, entre otros, hicieron una buena labor con los presos y centinelas durante su cautiverio. Un hecho que tuvo su réplica a lo largo de los tiempos. Hoy celebramos a San Pelayo, que dejóa la simiente del Evangelio hasta sus últimos momentos. Nacido en Galicia en torno al año 911, era sobrino de Hermogio, Obispo de Tuy (Vigo). Así se educó a la vera del Palacio Episcopal, participando en el canto mozárabe y, teniendo un profundo conocimiento de la Liturgia, así como de la gramática.

Pero en la juventud tuvo que soportar la persecución, viendo cómo sus propios compañeros eran apresados y encadenados. La misma suerte corrió él cuando, bajo el pretexto de llevarle a ver a su tío, la verdadera intención era canjearle ya que el prelado era anciano y enfermo, mientras él se encontraba robusto y fuerte. Poco a poco se ganó la confianza de los carceleros con los que discutía sobre la verdadera Doctrina de la Fe.

Al mismo tiempo, cuando le dejaban pasar por entre los presos de la cárcel, se acercaba de forma especial a aliviar a los sacerdotes.También tuvo ocasión de comprobar la corrupción de muchos cordobeses entregados a los deseos de Abderramán III quien les prometía riquezas a cambio de abandonar la Fe de Cristo, algo que no entraba en su mente, dado que él había hallado como San Agustín la Verdadera Belleza: Dios.

Precisamente cuando le llegaron las promesas vanas y terrenales de los enemigos, se afianzó más en el Señor para que Él nunca tenga que abochornarse por él ante el Padre del Cielo. Por esto fue condenado a muerte, siendo arrojado desde una catapulta de guerra. Posteriormente un guardia le cortó la cabeza. Las reliquias de San Pelayo fueron trasladadas a León y después a Oviedo donde reposan hoy.


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