El Santo cura mártir por celebrar la Eucaristía y asistir a las almas

Jesús Luis Sacristán García

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No está de más evocar el Tiempo de Cuaresma como ese momento que da sentido a la realidad de cada hombre que sufre o que da la vida y más si se asemeja a Cristo que se entrega en la Cruz para que todos tengan vida. Este periodo hacia la Pascua recuerda que el triunfo del Resucitado pasará por Getsemaní y el Gólgota. Es inevitable. Pero desde ahí parte el Misterio Salvador para que cada vez que sucede en algunos de sus hermanos humildes se vean reflejados en Él.

Hoy precisamente la Iglesia recuerda al sacerdote mexicano Julio Álvarez Mendoza que experimentó la Cruz entre el dolor y la alegría de entregarse por Dios y los demás. Nacido en el distrito de Guadalajara en 1866 se caracterizó siempre por su bondad y su cercanía a todos. Sintiendo la vocación al sacerdocio no faltan quienes le costean los estudios ya que su familia no tiene dinero para hacer frente a esos gastos. Ordenado sacerdote, Julio muestra de manera más plena su caridad con las almas y la atención especial a los necesitados.

Cuando estalla la persecución contra la Fe él sigue administrando los Sacramentos, hasta que un día es descubierto cuando iba a celebrar Misa en una comunidad. Ya le habían advertido del peligro que corría pero Julio no se echó atrás y siguió predicando en público. Arrestado sufre muchos suplicios.

Por ejemplo es llevado malherido de pueblo en pueblo y no se le permite beber agua ni tan siquiera estar sentado sino siempre de pie o de rodillas. Estos son sus sufrimientos hasta que el 30 de marzo de 1927 San Julio Álvarez Mendoza muere mártir. Sus palabras antes de ser fusilado fueron declararse un humilde sacerdote de Cristo y decir al pelotón que le iba a justiciar que les perdonaba y que rezaría por ellos.

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