Santoral

Santos Marcelino y Pedro, mártires del Espíritu de Dios

Continuamente alababan al Dios del Cielo, dando verdadero ejemplo a los demás prisioneros, alentando a los fieles y catequizando a los que estaban inmersos en el paganismo

En esta etapa final de la Pascua que transcurre desde la Ascensión hasta Pentecostés, resuena un mes especialmente del Sagrado Corazón y de mártires de la Primitiva Iglesia. Por ejemplo están los Protomártires de la persecución de Nerón y, ante todo, San Pedro y San Pablo, Columnas de la Iglesia. Pero tiempo al tiempo, porque esas celebraciones son al final de junio. Hoy, concretamente, celebramos a los Santos Marcelino y Pedro.

Ambos se recuerdan en el Canon Romano de la Misa. El primero era sacerdote y ejerció el Ministerio presbiteral durante el mandato del emperador Diocleciano. Por su parte, Pedro era exorcista, dedicándose a curar a los poseídos por el demonio. Durante una redada fueron detenidos por profesar la Fe en Jesucristo, arrojándoles a la cárcel. Su estancia en la prisión fue similar a la que cuenta sobre Pablo y Silas cautivos, en los Hechos de los Apóstoles.

Continuamente alababan al Dios del Cielo, dando verdadero ejemplo a los demás prisioneros, alentando a los fieles y catequizando a los que estaban inmersos en el paganismo para que volviesen a Dios. Pronto se les ajustició por orden del magistrado Severo quien, ordenó que fuesen conducidos a un bosque llamado Selva Negra para que nadie supiese del lugar donde iban a ser sepultados, después de decapitarles.

Su forma de morir y su testimonio, estimularon al verdugo a convertirse al Dios de Jesucristo. Y el sitio fue descubierto hasta el punto de que dos piadosas mujeres, exhumaron los restos, llevándoles a la Catacumba de San Tiburcio, en la Vía Labicana, donde reposan. Constantino mandó edificar una Iglesia sobre sus tumbas y Gregorio IV se lo entregó a Carlomagno, para que los Santos Mártires Marcelino y Pedro fuesen venerados.


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