Santoral

La Visitación de La Virgen, Templo de Dios

Mayo se despide y en ese tinte en honor de Nuestra Madre lo hace de una manera especial. Y es que en este último día del mes cerramos con una Fiesta Mariana de importante y especial relevancia: La Visitación. Es San Lucas el que nos narra en el Evangelio cómo María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, entrando en casa de Zacarías, donde saludó a su prima Isabel, después de que el Arcángel Gabriel le hubiese anunciado su inminente Maternidad Mesiánica.

En cuanto llegó salto la criatura de gozo en el seno de Isabel ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el Fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, saltó la criatura en mi vientre. Mi alma engrandece al Señor. Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Porque ha mirado mi humildad. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su Nombre es Santo y su Misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él dispersa a los soberbios de corazón y engrandece a los humildes. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de Abrahán y su descendencia para siempre. María se quedó con su prima unos tres meses, que es cuando ella dió a luz al Bautista, el Precursor del Señor. Después se volvió de nuevo a su Casa de Nazaret, para preparar el Nacimiento del Salvador que cada vez má se iba aproximando.

Los orígenes de la festividad se remontan a 1263, cuando el Superior General de la Orden Franciscana, San Buenaventura la puso para celebrarse exclusivamente en los franciscanos, dado su carácter medicante. El Papa Urbano VI la introdujo en 1839 para toda la Iglesia en 2 de julio. El Concilio Vaticano II la fijó el 31 de mayo para que se situase entre la Anunciación y la Natividad de San Juan Bautista, el 24 de junio.


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