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La historia del sacerdote de Getafe que es misionero en Etiopía

El programa de TRECE 'Misioneros por el mundo' viaja en esta ocasión a Etiopía donde conocen la labor de los misioneros en este país

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Redacción Religión

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 27 mar 2020

Misioneros por el Mundo llega a Etiopía, un país pobre donde los católicos son apenas el 1% de la población, y donde unos 20 misioneros españoles están entregando su vida. Conoceremos a dos de ellos, uno joven, casi recién llegado, pero con una fe capaz de mover las montañas del valle de Lagarba; otro, con 40 años a sus espaldas como misionero en Etiopía, y uno de los mayores conocedores de la etnia gumuz, una de las más despreciadas del país por sus raíces sudanesas.

Paul Schneider Esteban nació el 19 de agosto de 1983 en Rockford (Illinois) y es sacerdote de la diócesis de Getafe. Llegó a Etiopía en 2017. Su misión transcurre en el Valle de Lagarba, una zona montañosa de difícil acceso. Allí, unas 3.000 familias etíopes viven principalmente de la agricultura. Sus casas son de madera, adobe, paja y el techo de cañas. Para el misionero se trata de un lugar “precioso”, donde se encuentra la Iglesia de San Francisco, fundada hace 130 años por los padres capuchinos. Paul cuenta con sencillez que desde pequeño tenía el deseo de ir a un sitio “que no fuera fácil”, y agradece a Dios que en este lugar de pobreza le esté haciendo muchos “regalos”.

El joven misionero muestra una tierra arada donde quiere plantar café, papaya, mango, etc., también flores para adornar la iglesia y sorgo, que es la base de la alimentación. Hay tantas cosas por hacer que a Paul le gustaría meterse en mil proyectos, también de desarrollo (la idea de los cultivos va en esta dirección), pero no se quiere “dejar arrastrar”; porque lo que más quiere es “crecer con ellos como familia, porque ellos son iguales a mí y yo igual a ellos”.

Paul realiza la evangelización por “aproximaciones sencillas, pero que vayan directo al corazón a través del lenguaje, a través de los signos de caridad; los signos que usaría Jesús de palabras y hechos, acciones que vayan muy unidas, y el compartir, que es muy importante aquí”. Como sacerdote de ellos, Paul quiere “hacerse uno como ellos, sintiendo sus angustias y alegrías como propias”, y considera que “este es un buen comienzo”. Y añade: “yo les cuido a ellos lo mejor que puedo y ellos me cuidan a mí”. Para este misionero, la austeridad no ha sido un problema porque ya intentaba vivirla en España, pero le ha costado más acostumbrarse  la soledad, “despegarse de los afectos de la gente conocida”. No obstante, siente que Dios le cuida “día a día”.

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Para ayudar a la promoción de las mujeres, el misionero prefiere dar ejemplo a los hombres antes que hablar. Cuando ven que el misionero lava su propia ropa a mano o va a por agua o ayuda en las tareas de la casa, “les entra por los ojos”. En Etiopía los hombres están habituados “a vivir para sí mismos” y eso “no es ejemplo de Cristo que da su vida y se pone como servidor y lava los pies a sus discípulos”. Paul subraya que “el Evangelio tiene que entrar a muchos niveles”. Otra de las tareas importantes del misionero, y que le piden a menudo, es la reconciliación de las familias, que no recuperan la paz sin un “mediador”, los ancianos, o una persona de confianza como el misionero, que quiera a ambos.

En la capital de Etiopía, Addis Abeba, se encuentra el padre Juan Antonio González Núñez, que lleva 40 años como misionero en Etiopía, y conoce muy bien este país. El padre Juan nació el 13 de octubre de 1944 en Chandreja de Quija (Orense), diócesis de Astorga, y es Misionero Comboniano. En un país de mayoría ortodoxa, las misiones católicas han tenido gran importancia en la educación, y las escuelas de la Iglesia Católica siguen teniendo gran prestigio social. En Addis Abeba tienen los Combonianos la casa provincial, donde se forman también los novicios.

La pobreza es uno de los problemas del país, pero el misionero distingue entre la pobreza extrema que se ve en las ciudades, donde los pobres viven en las calles; y la del campo, donde las diferencias étnicas surgen con más virulencia, y que han llevado ya a alguna matanza. Una de las etnias que el padre Juan conoce mejor son los gumuz; con ellos ha pasado 9 años y a ellos les ha dedicado dos libros. Es una etnia muy diferente de las otras porque son muy negros (y por eso muy despreciados), emparentados racialmente con Sudán.

Como curiosidad, el padre Juan ha sido anfitrión del equipo de cine español que se desplazó a Etiopía para grabar la película “Me llamo Gennet”. Este misionero estuvo involucrado en el proceso de adopción de una chica sordo-ciega adoptada por una mujer española hace unos 30 años y que ha sido la primera licenciada universitaria sordociega de Europa.

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