Hace un ratito, el presidente del Gobierno pedía desde Argentina magnanimidad a quienes no estén de acuerdo con su decisión, que evidentemente ya está tomada, de indultar a los políticos catalanes que fueron condenados por sedición y por corrupción.

Magnanimidad. Bueno, algo es algo porque hasta hace cuatro días, el presidente del Gobierno a quienes no estaban de acuerdo con esa decisión, les acusaba de revanchistas y de buscar la venganza. Eso decía hasta hace cuatro días. Si ahora pide magnanimidad algo hemos avanzado.

En este asunto, lo que conviene es hacer memoria y tirar del calendario. ¿Qué ha ocurrido en los últimos años en torno a Cataluña? En la polémica siempre instigada por los independentistas.

Abril de 2016, el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, le pidió 46 puntos de negociación a Mariano Rajoy. Solo unos meses después, el presidente del Gobierno recibió en la Moncloa a Puigdemont. El inmovilista Mariano Rajoy recibió al entonces presidente catalán. ¿Y qué le dijo? Sí a negociar 45 de esos 46 puntos que le pedía. ¿Cuál era el único que le dijo que no se podía negociar? El de un referéndum por la independencia porque Rajoy decía, con la Constitución en la mano, que ese referéndum no tenía encaje legal en nuestra Carta Magna. A eso se reduce ahora también el problema.

Entonces los independentistas dijeron que sin ese referéndum, hicieron lo que hicieron: violentar la ley. Todo ahora mismo se reduce no a magnanimidad, sino a que Sánchez se deje frases huecas y grandilocuentes y responda a esa pregunta: ¿está dispuesto a concederles ese referéndum unilateral a los independentistas?