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Ser "yihadista" en el Sahel

La acumulación del poder económico por los tráficos y la industria de los rehenes ha permitido que los grupos armados sean rivales de los Estados

Un helicóptero del ejército francés sobrevuela el Sahel

Un helicóptero del ejército francés sobrevuela el Sahel. EFE/

@Bmesacope

Corresponsal en el norte de África

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 14:38

La comprensión del fenómeno de la inseguridad en el Sahel (región que abarca desde Senegal hasta Sudán) se complica por año. Lo más fácil, sugerente y preventivo es establecer un sólo enemigo y una sola causa de la degradación de los países del Sahel en términos securitarios: el yihadismo. Y lo difícil para un país como España es realizar una revisión histórica para mejor analizar las causas y las consecuencias de los grupos de violencia política que operan en la zona y que se apartan de las ideologías para acercarse especialmente a la acción violenta como una forma de vida, una manera de alcanzar poder a través de la fuerza, de derribar a las élites africanas gangrenadas por la fuerte corrupción y la mala gobernanza que desde las independencias de estos países africanos consiguieron dividir aún más si cabe la paria de la élite.

La paria aspira a ser élite y la élite aspira a acumular más poder político y económico. Y si además la élite está dominada por una comunidad étnica en detrimento de otras etnias mayoritarias en estos países, se suma otro problema de carácter racial. En definitiva, color de piel, identidad, territorio, poder económico, político y militar, redistribución de las riquezas, los efectos de la colonización y los procesos postcoloniales en los que las antiguas colonias en connivencia con las élites locales siguen extrayendo beneficios económicos de los grandes recursos naturales del Sahel, han hecho que hoy surjan grupos de insurgencia de naturaleza yihadista y secesionista que han comenzado a debilitar los poderes centrales.

Mali es el corazón del Sahel abatido por sus insurgencias que aparecieron en 2012 cuando los grupos de la región de Azawad (norte de África) se levantaron en armas para reivindicar una separación de su territorio con respecto al sur. En su lucha territorial se alinearon a los grupos yihadistas compuestos, en algunos casos, por antiguos líderes tuaregs con fines igualmente de ocupación territorial relacionado con el control de las rutas de la cocaína, armas, entre otros recursos ilegales que transcurren por el Sahel con una parada importante en Mali. Este país implicado en cualquier forma de economía criminal con una participación del actor estatal y no estatal ha sucumbido al monstruo de la criminalidad y ha permitido que grupos de violencia política se configuren y alcancen federar cientos de jóvenes a quienes no se les ha abierto otra puerta excepto la de la violencia.

La acumulación del poder económico a través de los tráficos y de la que venía siendo la industria de los rehenes occidentales (también españoles) ha permitido que los grupos armados se conviertan en rivales de los poderes centrales, en algunos casos, sin dotación armada adecuada para enfrentar a un enemigo de esta envergadura. Es el caso de Mali. Sin ejército fuerte era presumible que los grupos armados secesionistas y yihadistas pudieran erosionar el país y desestabilizar la zona. A partir de este momento interviene Francia, en 2013, aunque hay que recordar que los americanos desde 2005 habían comenzado su liderazgo securitario, concretamente en el norte de Mali, en el contexto de la prevención del terrorismo y del crimen organizado. Un despliegue de soldados americanos que entrenaban a los autóctonos de las regiones de Gao y Tumbuctú--especialmente, árabes, tuaregs y songhais--y a los que también se les dotaba de vehículos, armas, ropa y botas militares.  En 2012, el año del estallido de las insurgencias, los Estados Unidos observaron que durante años habían formado a grupos que se convertirían más tarde en los propios insurgentes del Estado maliense. Esta operación preventiva fracasó. Entró en el escenario Francia, con su operación Berkhane, liderando una intervención internacional en la que participan, además, unos 12.000 cascos azules de Naciones Unidas y varias misiones europeas de adiestramiento y asesoramiento militar policial y judicial con participación española (EUTEM o EUCAP). Paradójicamente, al mismo tiempo que se han multiplicado las operaciones militares, ha aumentado la inseguridad, la criminalidad y la delincuencia. El paisaje del extremismo violento se ha extendido y dividido porque si bien en 2007 tan sólo existía la organización de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), hoy han surgidos nuevas organizaciones de naturaleza yihadista que controlan las fronteras limítrofes con Mali.

Así, por ejemplo, la organización de Adnan Abou Walid Al Sahraoui, ex miembro del Polisario que se unió a uno de los líderes yihadistas del Sahel, Mojtar BelMojtar, conocido por emprender operaciones de secuestros de europeos y por la participación de los integrantes de su katiba en la economía criminal. Sus divergencias con BelMojtar en la repartición de los beneficios de las operaciones de secuestro le condujo a crear su propia organización y recurrió a la bandera del mal llamado Estado Islámico (EI) en 2015 para ganar visibilidad internacional y credibilidad de cara a sus seguidores principalmente malienses. Al Sahraoui compite con otras organizaciones locales, Ansar Dine bajo liderazgo de Iyad Ag Gali (en la frontera entre Mali y Argelia), Ansar Din Macina de Amadou Kouffa situado en el centro de Mali (Macina) o también Ansaroul Islam situado en la frontera entre el sur de Mali y norte de Burkina Fasso. Cada organización moviliza recursos étnicos, religiosos, históricos, económicos para reclutar a jóvenes impactados por el abandono y el agravio social, cuyas vidas se resuelven en el enrolamiento de la insurgencia. Vivir con y por la violencia. Estas organizaciones han conseguido desestabilizar los Estados del Sahel dirigiendo ataques a agentes del Estado, cuerpos y fuerzas de la seguridad en general, los casos azules de la MINUSMA o militares franceses. De momento, las fuerzas malienses están poniendo sobre la mesa el mayor número de víctimas mortales en un conflicto al que no se le puede reducir bajo la etiqueta yihadista.

Numerosas preguntas han surgido en torno al aumento de la inseguridad. ¿Cómo se explica que los mecanismos securitarios internacionales en la zona no han contribuido a frenar la propagación de estos grupos armados? ¿Cómo se explica el aumento de la delincuencia y la criminalidad? ¿La seguridad puede producir inseguridad?

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