Las recientes declaraciones del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, sobre la guerra en Yemen, parecen confirmar que existe un acuerdo sobre la necesidad de poner fin a un conflicto que corre el riesgo de convertirse en crónico. La presión internacional parece estar haciendo mella, aunque Arabia Saudí no esté dispuesta a rebajar su presión militar a cambio de nada.

Yemen vive inmerso, desde hace tres años, en un conflicto que se ha cobrado 10.000 vidas humanas, a las que hay que sumar los miles de heridos y damnificados que tardarán decenios en sobreponerse al trauma de la guerra. Es hora de llegar a un alto el fuego y de sentarse en una mesa de negociaciones. Estados Unidos puede y debe presionar a Arabia Saudí, del mismo modo que Rusia puede hacerlo con los rebeldes hutíes y con su aliado iraní. Europa ha intensificado también sus misiones diplomáticas en la zona, especialmente para presionar a los saudíes.

Después de tres largos años, la crisis humanitaria y la imposibilidad real de que ninguna de las partes en conflicto obtenga una victoria final y definitiva exige el fin de la guerra. El tablero es muy complejo porque se trata de alcanzar un equilibrio de fuerzas que permita que todos ganen algo sin que ninguno aparezca como el derrotado. La diplomacia tiene una oportunidad de oro para demostrar sus habilidades y conseguir que muchos inocentes tengan un respiro y una perspectiva de futuro.