El nuevo concepto estratégico de la OTAN define a Rusia como “la amenaza más importante y directa”, pero a medio plazo el foco de preocupación es China. Por primera vez este país es citado en un documento de estas características. Y por primera vez en una cumbre atlántica han participado los líderes de Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. La guerra en Ucrania y el apoyo chino a Moscú han provocado un cuestionamiento de las relaciones comerciales con Beijing.

La interdependencia económica es enorme, factor que hace imprescindible mantener cierto nivel de cooperación, pero se le ha hecho saber a China que habrá consecuencias, las está empezando a haber ya, mientras mantenga una actitud agresiva hacia sus vecinos y se empeñe en abanderar actitudes hostiles hacia Occidente. Beijing, por el contrario, percibe los llamamientos de Europa y EE.UU. sobre Taiwán, la minoría uigur o sus reivindicaciones territoriales en el Mar de China, como injerencias en sus asuntos internos.

El tono desafiante del presidente Xi durante su visita a Hong Kong muestra que hasta que no pase al menos el congreso del Partido Comunista de otoño hay pocas esperanzas de distensión. A partir de entonces se verá si China regresa al pragmatismo de las últimas décadas, o bien consolida su viraje, azuzando un clima de polarización mundial con consecuencias que podrían hacer palidecer lo que sucede hoy en Ucrania.