EL Espejo de la Iglesia de Segovia continúa pasando revista a la situación generada por la pandemia de coronavirus en las instituciones de la diócesis y dando eco a las vivencias de sus protagonistas. En este viernes, el turno le ha correspondido a Cáritas diocesana.

D. Samuel Hernández, su nuevo gerente, nos ha explicado la gran afección que la Covid provocó entre el personal de la casa (muchos de sus trabajadores cayeron enfermos en los primeros momentos de la pandemia) pero que, a pesar de ello, el cuidado a las necesidades más inmediatas no quedó confinado en ningún momento, habilitándose la atención telefónica y otros recursos. Es significativo que en los meses de marzo y abril llegó a triplicarse en algunos momentos el número de demandas que hubo que atender respecto a las cifras de 2019.

También se revisó la situación en las residencias de mayores que Cáritas tiene en la provincia. Aunque ahora está casi normalizada, la realidad ha sido muy dura. Samuel nos insiste en la importancia de la “salud emocional” de los residentes, voluntarios y trabajadores.

Comienza un nuevo curso y, con las limitaciones existentes, poco a poco se van recuperando algunos de los programas sociales habituales, como el del ropero, que desde hace unos días ha vuelto a recuperar la recepción de género en sus instalaciones. Por último, se nos anima una vez más -algo que es muy, muy necesario en estos momentos de crisis social- a plantearnos la colaboración con Cáritas diocesana a través del voluntariado o de nuestras aportaciones económicas para el sostenimiento de nuestros hermanos más necesitados.

En nuestra sección semanal El laico ante el espejo, David reflexiona sobre la estrecha relación que existe entre la eucaristía y el servicio. Algo que no es nada nuevo en lo que debería ser nuestra vida cristiana, pero es que siempre deberíamos tener presente. La idea es que la Eucaristía, que es el centro de la vida cristiana, nos debe llevar siempre al servicio a los demás, a nuestros hermanos. No en vano el día de la exaltación eucarística por excelencia, el Corpus Christi, es también el día de la Caridad.

Nuestra fe, entonces, nos exige estar disponibles para servir y más en las circunstancias actuales, con una crisis social de envergadura. El voluntariado en Cáritas es una opción excelente. Y si no, hay otras: servir a quien lo necesite en la parroquia, en nuestras familias, en el trabajo, en nuestro barrio o nuestro pueblo. Tarea no falta. Ojalá que lo que hemos vivido durante la pandemia pueda darnos ese empujoncito que a muchos nos hace falta para ponernos a servir con una ilusión nueva allá donde se nos necesite.

La sección que el Espejo emite los terceros viernes de mes, ¿Qué hace la Iglesia por ti?, ha contado con el testimonio de la hermana Liliana, de las Concepcionistas Franciscanas de la capital, que nos explica cómo al poco de iniciarse la pandemia y ante la falta de elementos de protección en aquel momento, reorientaron su tradicional producción de dulces a la fabricación de mascarillas. Nos refiere los problemas que tuvieron al principio y como ahora, con mucha más experiencia, se han “especializado” en la elaboración de mascarillas de tela totalmente homologadas,

lavables y con unas características que permiten un uso prolongado. Pueden adquirirse a un precio muy razonable en el torno de su monasterio en la calle Licenciado Peralta, de la capital, junto con sus tradicionales dulces.

Una vez más, el Espejo lleva a sus oyentes una realidad incontestable que debe hacernos sentir orgullosos como creyentes: la Iglesia siempre está ahí para servir.