De nuevo hemos visto la imagen del joven cardenal Konrad Krajewski ante las fosas llenas de cadáveres en Ucrania. Esta vez en Izium, una localidad que el ejército ruso tuvo que abandonar a toda prisa ante el avance de las fuerzas ucranianas. “Esto es la guerra, ha dicho el enviado del Papa al relatar esos momentos, y la guerra no conoce la piedad… faltan las palabras y las lágrimas”.

Krajewski permaneció tres horas junto a las fosas. Allí fue testigo del trabajo de unos 50 jóvenes, policías, bomberos, soldados vestidos con monos blancos que cavaban y sacaban de las fosas los cuerpos de personas asesinadas quizás hace tres o cuatro meses. “Uno se queda estupefacto ante tal horror” ha dicho el cardenal, que sin embargo quedó conmovido por la forma en que se desarrollaba el duro trabajo de estos hombres: “estaban sacando los cuerpos de una manera tan delicada, tan tranquila, totalmente silenciosa… parecía una celebración, nadie hablaba, pero se manifestaba un increíble respeto ante el misterio de la muerte. Parecía como si estuviesen haciendo todo esto por sus propias familias, por sus padres, hijos o hermanos”.

El cardenal caminaba entre ellos acompañado por el obispo de Jarkov, Pavlo Honcharuk, mientras rezaban la Coronilla de la Misericordia una y otra vez, como “una celebración de la misericordia", un gesto totalmente gratuito. De esta forma, en aquel lugar de muerte y destrucción ha podido conocer a hombres que mostraban esa belleza que a veces se esconde en nuestros corazones. Donde uno pensaría que sólo pueden anidar sentimientos de venganza se abría paso la verdad y la belleza de lo humano. Dice el cardenal Krajewski que entonces recordó las palabras de la Sagrada Escritura de que “el mal siempre debe ser vencido con el bien". Sólo este bien del que ha sido testigo puede cimentar el futuro.