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Estas son las enseñanzas que nos deja la pandemia según la Pontificia Academia para la Vida

El periodista y sacerdote Josetxo Vera analiza en 'Siempre aprendiendo' los pormenores de este valioso documento

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Josetxo Vera
Twitter Josetxo Vera

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 12:31

La Pontificia Academia para la Vida ha publicado una tesis sobre la ‘Humana communitas en la era de la pandemia’. Además, lleva un subtítulo que es aleccionador: “Consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida”.

En el podcast ‘Siempre aprendiendo’, el periodista y sacerdote Josetxo Vera ha analizado este documento donde se advierte de que la globalización marca nuestro día a día, pero vimos como en China el COVID-19 hacía su presencia y no esperábamos lo que se avecinaba.

La globalización ha traído cosas buenas, como compartir técnicas, descubrimientos, prácticas sanitarias… también en periodo de pandemia. También nos hemos visto vinculados por la sensación de pesar, de que esto no lo podíamos sacar adelante. El silencio en la calle que nos impresionó.

Pero en el documento de la Pontificia Academia para la Vida se estudia las oportunidades que nos ha dejado la pandemia. Se nos trata de hacer ver lo que hemos aprendido durante este tiempo. Lo primero que hemos aprendido es, por su ausencia, la importancia de los abrazos, la sonrisa, la amabilidad, el apretón de manos, el beso… su ausencia ha traído aislamiento, soledad e ira. Conforme aumenta la edad, es más importante el afecto.

Otro aprendizaje es la fragilidad de la vida humana, Quizá vivíamos demasiado creídos de nosotros mismos. Pero hemos visto morir a gente joven, sana, muy valiosa. Lo peor es que ni siquiera los hemos visto morir, porque lo han hecho solos, en soledad. Ha sido lo más trágico de la pandemia.

También hemos aprendido que la independencia y la autonomía no es posible entre seres humanos. Somos miembros unos de otro. En los demás está nuestra confianza, nuestra paz. Somos mejores en común, somos más sabios y menos arrogantes. Somos más sensibles hacia los necesitados y los que sufren. La independencia nos empobrece.

Nos hemos dado cuenta, no obstante, de que hay estilos de vida que favorece la difusión del virus: el consumo, los excesos, los viajes… Una costumbre de prevaricación y desprecio por lo que se nos da de forma natural.

Otra enseñanza es la necesidad de equilibrar el bien común de la salud pública con los intereses económicos. Muchos creen que más gente morirá por la situación económica que por la pandemia. Al principio, había que atajar la pandemia, pero las residencias de ancianos se vieron afectados especialmente. Es decir, la asignación de los recursos económicos se basó en cuestiones utilitarias, sin prestar atención al colectivo de mayor riesgo. Por tanto, el equilibro economía-sanidad desde un punto de vista ético ha dejado flecos.

Otra idea que deja el documento ‘Humana communitas en la era de la pandemia’ es que no se ha prestado suficiente atención a la interdependencia humana y a la vulnerabilidad común. El virus no entiende de fronteras, pero los países sí han cerrado las suyas. Hay una carera mundial para conseguir la vacuna, que tiene el tufo de la lógica del mercado, de conseguir un pelotazo económico. Los intereses económicos están presentes. También hay motivaciones políticas.

Estos proyectos científicos necesitan una dimensión ética, un trabajo en común, por encima de las naciones. Las pandemias aumentan la injusticia que ya existían. Países con escasos recursos ahora no pueden hacer frente a la pandemia y necesitan la ayuda de la comunidad internacional.

Tras analizar el documento, la Pontificia Academia para la Vida nos invita a mirar hacia el futuro. Por ejemplo, a caminar hacia una ética del riesgo. Centrarse en la pandemia mirando a los que más riesgo padecen, mirar las desigualdades existentes entre países. Una tragedia es un desafío ético para toda la humanidad, porque afecta a la vida humana. Por tanto, hay que tomar las decisiones atendiendo al bien de todos.

Caminar hacia un concepto de solidaridad que va más allá de un compromiso por ayudar a los que sufren. Tenemos que remodelar las dimensiones de nuestra comunidad humana, que son estructuras de pecado injustas. Es necesario para alcanzar el bien común una conversión de las mentes y de los corazones.

Tenemos que salir del pueblo, de la comarca para mirar al mundo entero. Es falsa la distensión que señalan que estos son de los míos y estos de fuera. Todos somos parte de la misma comunidad. Por tanto, la medicina, el acceso a la salud y a los medicamentos no es para unas personas y otras no. En esto estamos implicados todos. Por tanto, las dos principales conclusiones del documento son:

  • Acceder a las mejores oportunidades de prevención, diagnóstico y tratamiento.
  • Las vacunas deben venir de una investigación científica responsable. El bien de la sociedad se debe anteponer al lucro.

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