Carta del obispo de Osma-Soria: Uno para todos y todos para Él

Abilio Martínez dedica su carta pastoral de esta semana a la Jornada de la Infancia Misionera que se celebrará el próximo 15 de enero

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Este es el lema con el que celebraremos la Jornada de la Infancia Misionera el próximo 15 de enero, fecha que se adelantó para evitar la coincidencia con la celebración del Domingo de la Palabra. El Papa Francisco instituyó el tercer domingo del Tiempo Ordinario como Domingo de la Palabra de Dios con el fin de recordar que la misión de cada uno de los cristianos es "ser anunciadores creíbles y profetas de la Palabra en el mundo", ya que esta "revela la novedad de Dios y nos lleva a amar a los demás sin cansarse" (Homilía del 23 de enero de 2022).

La Secretaría General de Infancia Misionera en Roma ha propuesto que, tras el cuatrienio dedicado a “Jesús Niño a la Misión”, el eje vertebrador sobre el que se trabaje mundialmente sea el de la comunión que debe existir entre todos los miembros de la Iglesia: “Uno para todos y todos para Él”.

Desgraciadamente el mundo actual está marcado por la división, las guerras, la violencia… y en este contexto, los cristianos tenemos que mantener la unidad. El hecho de que sepamos perdonarnos, ayudarnos o preocuparnos por los más débiles, es un rasgo que nos caracteriza, y al mismo tiempo, llama la atención. Esto no es algo nuevo, sino que ya sucedía en tiempos de los primeros cristianos y así lo encontramos en la Carta a Diogneto, escrita a finales del siglo II. En esta carta se explica cómo vivían los cristianos insertos en la sociedad pagana del Imperio romano: no vivían separados de los demás, sino que participaban de esa sociedad romana. Sin embargo, anunciaban una ciudad distinta: “Los cristianos pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo” (Dg. 5.9).

Cristo eligió a los Doce. Cada uno con sus particularidades, con sus diferencias… pero todos formaban una comunidad. También los primeros cristianos vivían formando comunidades. La esencia del cristianismo es precisamente la unidad: "Que todos sean uno [...] para que el mundo crea" (Jn 17,21). De ahí la importancia de nuestro testimonio de comunión con aquellos que nos necesitan más, en medio de una sociedad cada vez más marcada por el individualismo.

San Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica “Christifideles laici” decía que dar fruto es una exigencia esencial de la vida cristiana y eclesial (cf. Jn 15,5.16) y que no damos fruto cuando no permanecemos en la comunión. Es decir, tenemos que permanecer unidos a Dios y a los hermanos. De este modo, de la comunión nace la necesidad de evangelizar. No nos podemos quedar con el tesoro del mensaje de salvación que trae Cristo para las personas, y tenemos la necesidad de anunciarlo. Pero esa tarea evangelizadora no la puede realizar una persona aislada. Todo misionero es un enviado por parte de la comunidad que lo sostiene con su oración, con su cooperación personal y con su ayuda.

Cuando tuve la suerte de visitar nuestra Misión Diocesana de Camerún, pude comprobar en persona todo lo que significa ser misionero “ad gentes”. La Iglesia realiza un trabajo ingente ayudando en estos países: proyectos de evangelización, de promoción social, de ayuda al desarrollo… pero como dice el Papa Francisco: “a los débiles, especialmente a los niños, debemos darles lo mejor que tenemos”. Y lo mejor que tenemos es sin duda los misioneros y misioneras que entregan su vida día a día para que esos niños puedan conocer a Jesús y desarrollarse como personas. Nada les frena en su ardor evangélico: caminos de tierra, ríos caudalosos que hay que cruzar en barcas, carencia de lo que para nosotros son las comodidades más elementales,… todo por llevar a Cristo.

Pero esta gran labor necesita ser sostenida y apoyada por medio de la Obra Pontificia de Infancia Misionera, en la que los niños ayudan a los niños. Ellos siguen siendo los protagonistas de esta ardua tarea por medio de la oración y de la ayuda económica. Evidentemente, es necesario que los adultos también nos sintamos comprometidos en la participación y colaboración con los misioneros en la colecta, de manera que se puedan llevar a cabo tantos proyectos de formación cristiana, educación, sanidad y promoción social.

Cada año Infancia Misionera apoya a más de 2230 proyectos en más de 120 países en los que se ayuda de manera directa a más de 4 millones de niños por todo el mundo. Se trata de proyectos muy concretos: comprar los muebles necesarios para adecentar una escuela en Nigeria, la manutención de niños de familias necesitadas en la India, ayudar a los niños enfermos en Madagascar o construir un salón parroquial para la catequesis en Ecuador. Pero para todo eso sea posible, necesitamos de la ayuda de todos, en comunión.

Queridos diocesanos, si nuestro compromiso tiene que ser el de llevar a Dios a todos nuestros hermanos, cada uno de nosotros estamos llamados a mejorar la vida de los demás, sin olvidar que todos somos para Dios y que Dios es para todos.

Que Dios os bendiga,

? Abilio Martínez Varea

Obispo de Osma - Soria


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