La diócesis de Cartagena refleja la importancia de donar tiempo a ayudar: “La Iglesia es el motor de mi vida”

Este domingo se celebra el Día de la Iglesia Diocesana, "un momento para dar las gracias por tantas y tantas personas comprometidas que hacen visible el amor de Dios"

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Este domingo se celebra el Día de la Iglesia Diocesana, una jornada de oración y colecta, pero también de agradecimiento a quienes colaboran con su tiempo, oración, cualidades y dinero. En la diócesis de Cartagena son 291 las parroquias en las que colaboran miles de personas. Se trata de fieles que, de manera desinteresada, aportan su granito de arena para que podamos seguir caminando juntos, haciendo Iglesia. Con su compromiso ayudan en multitud de tareas imprescindibles e importantes.



Cuidar la casa de todos

Entrar a una iglesia y encontrarla limpia y cuidada es algo que resulta habitual y que ha sido de gran importancia durante este tiempo de pandemia. La diócesis de Cartagena ha publicado una serie de testimonios que reflejan la importancia del tiempo que invierten los fieles en sus parroquias.

Un gran ejemplo es Alejandro Molina, voluntario de la limpieza en la Parroquia Nuestra Señora de las Lágrimas de Cabezo de Torres (Murcia). “Todas las semanas me dedico a limpiar el templo para que la casa del Señor esté curiosa para las fiestas dominicales y durante el resto de la semana”. Alejandro comenzó a colaborar tras el confinamiento por Covid-19, cuando las señoras que realizaban anteriormente esta tarea en la parroquia –personas mayores– por precaución “no podían seguir haciendo esta labor. Decidí dedicar mi tiempo al servicio del Señor en esta tarea de limpieza del templo parroquial”, explica Alejandro.

Tiempo libre para ayudar al prójimo

Josefa Gambín comenzó hace muchos años a colaborar en su parroquia como catequista. Con esta cercanía a la Iglesia pudo darse cuenta de que también era necesaria otro tipo de ayuda y, desde entonces, no ha dejado de asistir como voluntaria en la Cáritas parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Alcantarilla.

Yo invoco al Espíritu Santo todos los días para hacer lo que hago lo mejor posible. La Iglesia es el motor de mi vida y ya no la concibo sin estar ayudando en ella”, destaca Josefa. En esta misma Cáritas parroquial también colabora Manuel Orenes. Cuando se jubiló hace tres años tuvo la convicción de que tenía que dedicar su tiempo libre a los demás y ayudar al prójimo en lo que hiciera falta: “Desde luego que acerté plenamente pues no hay satisfacción más grande que ver la mirada limpia en los demás y su gratitud por la ayuda que se le presta escuchando y reconfortando en tiempos difíciles”. Manuel considera que hacen falta personas con dedicación y una voluntad fuerte de querer ofrecer su tiempo en beneficio de la comunidad y anima a “dar ese paso adelante” para ser una Iglesia viva cercana a Jesús, en la que saber tender la mano a los necesitados.

Acercando a Cristo

Participar en la vida diocesana y hacer visible el amor de Dios hacia los otros se puede conseguir desde muchas facetas. Para María del Carmen Manzanares, de la Parroquia San Fulgencio de Cartagena, donar su tiempo a la Iglesia es “algo maravilloso, donde recibes más de lo que das”. Solía acudir a la misa dominical junto a su marido y, como le gustaba cantar, comenzó a participar en el coro.

También es catequista de niños de Primera Comunión: “Cuando entro a la Iglesia o cuando estoy con ellos siento que es como una misión que Dios me ha encomendado, y me siento la mujer más feliz del mundo por estar aportando mi granito de arena en las cosas de Dios”. Tras más de diez años colaborando en la parroquia asegura que es “muy gratificante para la vida espiritual” poder trabajar para Dios. María del Carmen, junto a otras dos personas, se encarga de llevar la Comunión a los enfermos “que esperan al Señor con mucha felicidad”. Durante su visita siempre hay un rato de charla, de lectura y comentario del Evangelio y de sacar una sonrisa ante el sufrimiento y el dolor de aquellas personas que no pueden participar en la celebración eucarística.

Una mano amiga para salir de la oscuridad

Pero sin duda, la Iglesia es una comunidad de hermanos que no se olvida de los necesitados, de aquellos que precisan de una mano amiga para salir de la oscuridad, conocer a Cristo y seguirlo. Fernando Melgar decidió hace unos años afianzar su compromiso cristiano y realizar un voluntariado dentro de la Iglesia diocesana, junto a su mujer y un grupo de amigos. Así les surgió la oportunidad de colaborar en la Pastoral Penitenciaria de la prisión de Campos del Río.

“El poder asistir todos los sábados por la mañana a la prisión es un regalo de Dios; el primer beneficiario soy yo. Allí no celebramos una simple Misa más: la situación, el lugar, las circunstancias y las personas la hacen única. Es sentir la Iglesia allí mismo, donde el Señor se hace presente junto a los más desfavorecidos y privados de libertad. Son hermanos que están viviendo una situación complicada, de soledad, y la Iglesia les lleva la presencia real de Cristo, con su cariño, su apoyo y su fortaleza”. Cuenta Fernando que ver en los internos la fidelidad a Dios en las situaciones adversas es “toda una lección y la esperanza en un futuro diferente”. De ellos también destaca “sus sonrisas y sus saludos”, lecciones de humildad y humanidad con las que Cristo se hace presente.

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