Las víctimas de la tortura, las violaciones y secuestros del Congo perdonan a sus verdugos ante el Papa

Francisco ha conocido los testimonios de personas que han visto cómo sus familiares fueron torturados o asesinados: todos ellos han depositado las armas bajo la Cruz de Cristo

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Ante la atenta mirada del Papa Francisco, un grupo de niños y adultos de la República Democrática del Congo han entregado bajo la Cruz de Cristo los machetes, cuchillos y martillos con el que fueron torturados por sus verdugos en un contexto de violencia e inseguridad que reina en el estado africano.

Ha sido en la tarde de este miércoles, 1 de febrero, durante el encuentro del Santo Padre con las víctimas del este del país en Nunciatura Apostólica, y donde Francisco ha podido escuchar historias sobrecogedoras y repletas de dolor.

Historias como la de un joven de 18 años, que vio con sus propios ojos cómo su padre fue asesinado y descuartizado por militares: “Vi cómo le cortaban en pedazos y colocaron en una cesta su cabeza cortada”, recuerda. No solo su padre, también su hermano fue asesinato en circunstancias desconocidas, mientras que su madre fue secuestrada y no se ha vuelto a saber nada de ella.

“Nos quedamos huérfanos mis dos hermanas y yo. Es horrible. No me deja descansar, no puedo dormir. Es difícil comprender tanta maldad casi animal”, ha expresado.

El joven no ha dudado en agradecer a Francisco su visita al Congo para consolar a las víctimas: “Hemos perdonado a nuestros verdugos, por eso ante la Cruz de Cristo Vencedor entrego el mismo machete que mató a su padre”, ha concluido.

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También hizo lo propio otro niño con el cuchillo empleado por los asesinos de su familia, para a continuación arrodillarse para recibir la bendición del Papa.

Por su parte otro menor congoleño ha perdonado a aquellos que le secuestraron durante nueve meses: “Pido a Cristo vencedor que toque el corazón de los torturadores para liberar a los niños que siguen secuestrados en la jungla”, ha rezado.

El testimonio de una menor que fue violada durante 19 meses

Imposible no sobrecogerse con el testimonio de una menor de 17 años, secuestrada en 2020 por los rebeldes mientras iban en búsqueda de agua en un río. El grupo de mujeres que la acompañaban fueron trasladadas al bosque. Cada rebelde eligió a quien le gustaba para violarlas: “El comandante me quería y me violó como un animal. Fue un sufrimiento atroz. Me violaba varias veces al día durante varias horas. Esto duró 19 meses. Era inútil gritar porque nadie podía oírme ni acudir en mi ayuda”, ha relatado ante la mirada atenta del Pontífice.

Embarazada de gemelas, la joven tuvo la suerte de escapar gracias a un amigo. El resto nunca fueron liberados, por lo que desconoce si fallecieron: “Los asesinatos se han intensificado en todas partes, las familias han sido desplazadas varias veces. Los niños se han quedado sin padres. Las niñas y mujeres han comenzado el calvario de la violencia sexual. Otras poblaciones han sido desplazadas y no encuentran patria, vagando de un lugar para otro”.

Una realidad muy cruda ante la cual, la Iglesia es la única que ofrece refugio, tal y como ha puntualizado la joven de 17 años: “La Iglesia consuela nuestros corazones a través de sus servicios de apoyo. Los parroquias y servicios de Cáritas son los lugares de recursos y ayuda”, ha sostenido.

“La ejecución de un plan de exterminio continúa cada día”

Historias como el de estos jóvenes se cuentan por miles, también entre los adultos. Es el caso de un varón con dedos mutilados, que sobrevivió a un atentado en un campamento donde murieron 63 personas, 24 de ellas mujeres y 17 menores: “La ejecución de un plan de exterminio, de aniquilación física, moral y espiritual continúa cada día”, ha lamentado.

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Ante ello, ha asegurado que el Congo necesita paz: “Santo Padre, queremos volver a nuestros pueblos, a reconstruir nuestras casas, educar a nuestros hijos, vivir junto a nuestros antiguos vecinos, lejos del ruido de las armas. Queremos que el mal perpetrado se detenga, se castigue y se repare. Queremos vivir dignamente como hijos e hijas de Dios. Colocamos estos machetes y martillos bajo la Cruz de Cristo. Que Cristo nos done momentos de paz y tranquilidad en los que todos tengamos buenos sentimientos hacia los demás”, ha deseado.

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