Parábolas de la misericordia

El Evangelio de este domingo nos recuerda que Jesús siempre nos valora y ama, incluso cuando nos extraviamos y alejamos de él

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Gracias, Jesús, por dejarnos estas grandes joyas de la misericordia, estas grandes joyas de tu Corazón: las parábolas de la misericordia. “¡Felicitadme! ¡He encontrado la oveja que se me había perdido!”. Y la otra parábola: “¡Felicitadme! ¡He encontrado la moneda que se me había perdido!”. ¡Qué joyas de tu amor! ¡Qué regalos! Cómo hoy, Jesús, quiero leerlas muy despacio, meterme en tu Corazón, y ver lo que eres: un Padre amoroso que acoge a todos, un loco de amor por todos, por cada uno de nosotros. Y no tienes reparo en acoger al pecador, al que se pierde, al que se va de tu casa. Eres así. Y haces fiesta. Y haces alegría. “¡Felicitadme! ¡He encontrado a esta oveja que se me ha ido del redil, pero no me importa cómo venga! La cojo en mis brazos y la meto en mi corazón. Me lleno de alegría, celebro una fiesta y soy feliz porque está ella aquí conmigo”. ¡Cómo disfrutas de la vuelta de tus hijos! ¡Cómo disfrutas cuando encuentras al hijo o a la hija que se ha perdido! ¡Cómo disfrutas!

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