La Cuaresma nos hace libres

Mario Alcudia reflexiona sobre cómo vivir adecuadamente este tiempo de Cuaresma

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Estamos en la víspera del primer domingo de Cuaresma que comenzábamos el miércoles de ceniza; celebración en la que el Papa, en la Basílica de Santa Sabina, nos invitaba como el mismo Cristo a entrar en lo secreto. Se trata, decía Francisco, de un viaje desde el exterior al interior, para que todo lo que vivamos, también nuestra relación con Dios, no se reduzca a la exterioridad, a un marco sin pintura, a un revestimiento del alma, sino que nazca desde dentro y se corresponda con los movimientos del corazón; es decir, con nuestros deseos, pensamientos, con nuestro sentir, con el núcleo originario de nuestra persona.

La Cuaresma nos sumerge en un baño de purificación y de despojamiento; nos ayuda a quitarnos todo maquillaje, aquello de lo que nos revestimos para parecer mejores de lo que realmente somos. Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos essas máscaras, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí.

Una homilía en la misma línea que el mensaje que el Santo Padre nos ofrece para esta Cuaresma titulado "A través del desierto Dios nos conduce a la libertad" basado en el pasaje del Libro del Éxodo; un éxodo cuaresmal que nos invita a liberarnos de las esclavitudes. Dios reabre nuestra esperanza; un camino eclesial, comunitario pero también personal de conversión

Nos invita el Papa a preguntarnos por el grito de tantos hermanos opirmidos; si nos sacude, nos conmueve. Se refiere en este punto a su viaje a Lampedusa, en el que denunció la globalización de la indiferencia. Es en este punto donde el Pontífice nos llama a salir de la esclavitud.

El Santo Padre sugiere detenernos en oración para acoger la Palabra de Dios y detenernos ante el samaritano, ante el hermano herido. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo.

Es, en definitiva, la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan de la mano a la esperanza. Solo de esta forma será posible una auténtica Cuaresma y llegar así con el corazón auténticamente preparado a la Pascua.

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