SANTO 5 DICIEMBRE

San Sabas: anacoreta y protector de los monjes en Oriente

Hoy recordamos la historia de San Sabas, ermitaño.

Jesús Luis Sacristán García

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El tiempo de Adviento es preparación y gozo ante el Señor que llega. La voz que clama en el desierto es escuchada especialmente por los anacoretas y ermitaños que viven en la más absoluta soledad. Hacemos memoria en este día de San Sabas, uno de esos grandes campeones del desierto y del silencio exterior para aderezar y entonar más su vida interior.

Mutalasca, en Capadocia, vería nacer a este anacoreta el año 439. Dadas las empresas militares del padre en Alejandría, serán sus tíos los que le cuiden. Cuando advierte el afán de bienes materiales de los hombres, opta por seguir la vida eremítica. Muchas veces había meditado lo difícil que será para los ricos entrar en el Reino de los Cielos y la necesidad de vender todo para tener un tesoro en el Cielo. Por eso, tras un periodo de preparación, ingresa en los monjes de San Flaviano.

Posteriormente le dan permiso para visitar los Santos Lugares, pasando por diversos monasterios. Pronto llega a Teoctisto, lugar de gran austeridad. Sin embargo, con el paso del tiempo la relajación se apodera del convento, por lo que marcha al Jordán, donde recibe las gracias necesarias para combatir al maligno que le intenta apartar del camino de la soledad.

Es como abrirse camino en medio de la maleza hasta que lo consigue. La fama de santidad de Sabas, guía hasta él a multitud de personas. Quieren verle y pedirle asesoría espiritual en su caminar por la vida. El Patriarca de Jerusalén le nombra exarca de todos los monjes y anacoretas del desierto. En una entrevista con Justiniano, dado su cargo pide al Emperador un compromiso serio con la Iglesia ante las dificultades que afectan a la comunidad cristiana. Muere el año 531.

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