La candidata popular a revalidar la Comisión, Ursula von der Leyen, ha desatado una tormenta al afirmar que está dispuesta a llegar a acuerdos con partidos a la derecha de los populares. Se refería al grupo de Conservadores y Reformistas Europeos, integrado por los polacos de Ley y Justicia; los Hermanos de Italia de la primera ministra Meloni, o el español Vox. Este fue también el grupo de los conservadores británicos. Una coalición de partidos de derecha clásica, nacionalistas y euroescépticos moderados, que no cuestiona la existencia de la Unión ni los vínculos trasatlánticos, aunque sea crítica en algunas cuestiones o se muestre hostil hacia la inmigración; no más, por cierto, que los socialdemócratas daneses o los liberales de Holanda.

El posicionamiento de la candidata popular consolida el consenso en el centro-derecha europeo, que sigue excluyendo acuerdos con Identidad y Democracia, de la francesa Le Pen, o la ultra Alternativa por Alemania. Von der Leyen no cuestiona la gran coalición en Europa entre conservadores, liberales y socialdemócratas, pero los números menguan por el auge del voto protesta y por la crisis de los partidos tradicionales. Más allá de esta evidencia, no hay argumentos para negar la legitimidad democrática de los Conservadores y Reformistas Europeos, razón suficiente para favorecer su integración, sin renunciar a consensos básicos en Bruselas, pero evitando que esos consensos resulten asfixiantes. Lo hipócrita es indignarse si el populismo es de derechas mientras se mira hacia otro lado si es de izquierdas o de signo nacionalista.