Francisco Javier López, primer diácono permanente de Canarias: "Ojalá sigan muchos más"

El obispo José Mazuelos le ordenó este sábado 5 de marzo en la catedral de Las palmas de Gran Canaria. Al nuevo diácono le acompañaron en la celebración su mujer y sus dos hijas

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“Este paso significa que otros muchos puedan seguir detrás”. Así lo expresó este sábado 5 de marzo, Francisco Javier López, primer diácono permanente ordenado en la diócesis de Canarias.


El obispo, José Mazuelos, le ordenó este sábado 5 de marzo en la catedral de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria a López, que se convierte así en el primer diácono permanente ordenado en este siglo XXI en la diócesis de Canarias. Su familia, su mujer y sus dos hijas, expresó su "alegría y gozo" por la ordenación de 'Paco', a quien arroparon en el acto celebrado en la mañana de hoy junto a la comunidad eclesiástica, vecinos y feligreses.

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Para López este hecho es «lo anecdótico» y que lo importante es que otros se animen, como ocurre en otras diócesis donde la figura del diácono permanente es habitual en las parroquias.

El nuevo diácono explicó que las funciones básicas de un diácono comprenden el servicio a la caridad, a la atención de los más necesitados, así como el de la palabra, que implica catequesis y formación teológica, que es el campo al que él ha dedicado «más tiempo y energía», pues ha sido profesor de religión de Secundaria durante más de 20 años, es doctor en Teología y subdirector del Instituto Superior de Teología de Las Palmas.



Por su parte, el obispo de Canarias destacó “la importancia de la formación candidatos a este ministerio" y el impulso del mismo "para que desde su posición de ordenados laicos, que desde su matrimonio se ponen al servicio de la Iglesia para menesteres variados, al frente de delegaciones episcopales y de pastorales muy específicas, al servicio de sus parroquias o en otras labores suponen el mantenimiento de una responsabilidad existente desde las primeras comunidades cristianas”.

¿Qué es un diácono permanente?

El ministerio eclesiástico, que es el ministerio de los hombres dedicados al servicio de Dios, comprende tres grados del sacramento del orden sacerdotal: los obispos, los sacerdotes y los diáconos.

Dos de estos grados participan ministerialmente del sacerdocio de Cristo: el orden episcopal, correspondiente a los obispos y el orden del presbiterado, correspondiente a los presbíteros o sacerdotes.

El orden del diaconado, según lo afirma el Catecismo de la iglesia Católica en el número 1554, está destinado a ayudar y a servir a los obispos y a los presbíteros. “Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad (Catecismo de la Iglesia Católica, 1570).

El diaconado no es solamente un paso intermedio hacia el sacerdocio, sino que ofrece a la Iglesia la posibilidad de contar con una persona de gran ayuda para las labores pastorales y ministeriales.

Un diácono puede bautizar, bendecir matrimonios, asistir a los enfermos con el viático, celebrar la liturgia de la Palabra, predicar, evangelizar y catequizar.

No puede, a diferencia del sacerdote, celebrar el sacramento de la Eucaristía, confesar o administrar el sacramento de la unción de los enfermos.

Como en el caso de los sacerdotes, sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación para acceder al diaconado. Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina ha restablecido el diaconado como un grado particular dentro de la jerarquía, mientras que las Iglesias de Oriente lo habían mantenido siempre.

De esta forma, los hombres casados que se dedican a ayudar a la Iglesia a través de la vida litúrgica, pastoral o en las obras sociales y caritativas pueden fortalecerse recibiendo el orden del diaconado y se unen más estrechamente al altar para cumplir con mayor eficacia su ministerio por medio de la gracia sacramental del diaconado.


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