El Papa Francisco, en el Regina Coeli: "Jesús nos quiere capaces de aplacar las disputas y tejer concordia"

Las frases de Jesús en la Última Cena fueron el centro de la reflexión del Santo Padre sobre el Evangelio del Día en el Regina Coeli de este domingo

Vatican News

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El Papa Francisco se asomó como cada domingo desde la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro el Regina Coeli. Las frases de Jesús en la Última Cena fueron el centro de la reflexión del Santo Padre sobre el Evangelio del Día: “Les dejo la paz, les doy mi paz”.

Jesús – afirmó el Santo Padre - se despide con palabras que expresan afecto y serenidad, pero lo hace en un momento que no es precisamente sereno: Judas ha salido para traicionarlo, Pedro está a punto de negarlo y casi todos los demás lo abandonarán".

"El Señor lo sabe, y con todo no reprocha, no usa palabras severas, no pronuncia discursos duros. En vez de mostrar agitación, permanece afable hasta el final", dijo el Papa.



El Santo Padre recordó a continuación un proverbio que dice que “se muere como se ha vivido”. Y recordó que, “las últimas horas de Jesús son como la esencia de toda su vida”.

“Experimenta miedo y dolor, pero no deja espacio al resentimiento y a la protesta. No se deja llevar por la amargura, no se desahoga, no es incapaz de soportar. Está en paz, una paz que proviene de su corazón manso, habitado por la confianza. De ahí surge la paz que Jesús nos deja. Porque no se puede dejar la paz a los demás si uno no la tiene en sí mismo. No se puede dar paz si no se está en paz”, dijo el Papa.

Con esta frase, Jesús, continuó diciendo el Santo Padre "demuestra que la mansedumbre es posible […] Él la ha encarnado precisamente en el momento más difícil; y desea que también nos comportemos así nosotros, que somos los herederos de su paz. Nos quiere mansos, abiertos, disponibles para escuchar, capaces de aplacar las disputas y tejer concordia”. “Esto – aseguró el Papa - es dar testimonio de Jesús, y vale más que mil palabras y que muchos sermones”.

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"Preguntémonos si, en los lugares en los que vivimos, nosotros, los discípulos de Jesús, nos comportamos así: ¿Aliviamos las tensiones, apagamos los conflictos? ¿Tenemos una mala relación con alguien, estamos siempre preparados para reaccionar, para estallar, o sabemos responder con la no violencia, con palabras y gestos afables?", se preguntó el Papa que tras esta invitación al discernimiento, reconoció que, ciertamente, esta mansedumbre “no es fácil”. De hecho, constató cuán difícil es “desactivar los conflictos”. Pero es precisamente aquí que, según el Sucesor de Pedro, “viene en nuestra ayuda la segunda frase de Jesús: Les doy mi paz”.

“Jesús sabe que nosotros solos no somos capaces de custodiar la paz, que necesitamos una ayuda, un don. La paz, que es nuestro compromiso, es ante todo don de Dios. En efecto, Jesús dice: «Les doy mi paz, pero no como la da el mundo». ¿Qué es esta paz que el mundo no conoce y que el Señor nos dona? Es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Jesús”.



Por todo ello, el Santo Padre Francisco reiteró que “ningún pecado, ningún fracaso, ningún rencor debe desanimarnos a la hora de pedir con insistencia el don del Espíritu Santo” puesto que “cuanto más sentimos que el corazón está agitado, cuanto más advertimos en nuestro interior nerviosismo, intolerancia, rabia, más debemos pedir al Señor el Espíritu de la paz”.

Aprendamos a decir cada día: ‘Señor, dame tu paz, dame el Espíritu Santo’”, animó, exhortando a pedirlo también “para quienes viven junto a nosotros, para quienes encontramos todos los días y para los responsables de las naciones”. “Que la Virgen – concluyó- nos ayude a acoger al Espíritu Santo para ser constructores de paz”.

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